En el principio del mundo una terrible epidemia se desató entre los habitantes de la Sierra
de Tenui exclusivamente a los hombres. Sólo se salvaron unos pocos viejos cansados y
ya vencidos por los años, y un anciano payé**.
Preocupadas por esto las mujeres, que veían la extinción de la raza en un futuro no
muy lejano, ya que no había en la vecindad ningún pueblo al cual acudir para proveerse
de lo que les faltaba, decidieron reunirse para ver si era posible encontrar solución a tal
estado de cosas.
En todos los rostros se veía consternación y sólo el viejo payé se mantenía sereno
e imperturbable.
Su ciencia, considerada para este caso impotente, no había sido consultada como
era la costumbre.
En las orillas del Lago Muypa, donde Seucy1
solía bañarse, tuvo lugar la reunión de
las mujeres.
Los pareceres más diversos y extraños se discutieron. Había quien proponía que
trataran de rejuvenecer a aquellos viejos decrépitos, o que los arrojaran a los peces si la
tentativa no daba resultado. Hubo incluso quien sugirió que se viera si las mujeres podían
fecundarse entre ellas, y la discusión, animándose, se alargó hasta que fueron
sorprendidas por Seucy que, como de costumbre, venía a bañarse.
Sólo entonces descubrieron al viejo payé, tranquilamente sentado entre ellas, sin
que ninguna pudiera decir ni cuándo ni cómo había llegado.
Avergonzadas por haber sido sorprendidas in fraganti, quisieron huir, pero no
pudieron; sus pies parecían clavados como piedras al suelo.
Y el payé habló así:
-Veo a mi pesar que nunca podrá encontrarse sobre la tierra una mujer paciente,
discreta y capaz de guardar un secreto.
No hace mucho que el Sol me recomendó en el sueño evitar que las mujeres se
aproximaran de noche a las orillas del lago. Y les advertí de esta prohibición; y ahora no
sólo las encuentro aquí a todas, sino que están además maquinando cosas vergonzosas
contra nosotros los viejos, desobedeciendo de esta manera las órdenes de los que
gobiernan el mundo.
Seucy, la señora del lago, cuyas aguas están contaminadas con esta impureza, no
vendrá de ahora en adelante a bañarse aquí.
La generación que va a nacer mañana excluirá para siempre a las mujeres de
participar en todo asunto de importancia.
Ante tales palabras las conspiradoras preguntaron excitadas:
-Si no está mintiendo, díganos, cómo y cuándo podrá esto suceder?
-¡Están todavía tan impacientes que hasta tienen la osadía de interrogarme! Me
creen embustero sabiendo que soy payé y que lo veo todo por medio de la imaginación.
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