Ellos conversaban en la mesa de al lado, él hablaba mucho y ella sonreía en igual medida. Pensé que quizá era la primera vez que se veían, o quizá era que todavía se miraban como aquella vez. Nuestra tabla con helado contrastaba de sobremanera con el café que cada uno tomaba. Café. Los ojos de ella eran tono café, recuerdo. Recuerdo que sonaba una banda femenina de fondo que tocaba aparentemente canciones propias, sonaban agradablemente, pero luego ya no. Me exasperó no poder escuchar las palabras de mi compañía y reaccioné quejándome, lamentablemente en voz alta.
Ella, en la mesa de al lado, salió de su estado de suma atención y modificó su mirada, de los ojos de él , a los míos. Nos miramos y no pude evitarlo. Ella sonrió, y yo quise desaparecer por un instante; me sonrojé, pero luego sonreí... Al fin y al cabo, ella seguramente también fue víctima de la exageración y falta de vergüenza que sufrimos, nosotras, cuando estamos entre amigas.
Luego de un par de cigarros que fumaba él, salieron rumbo a algún sitio, más tranquilo tal vez, como el lugar al que yo también planeaba irme pronto. Los seguí con la mirada hasta donde pude, hasta perder de vista a esos dos chicos ojos color café que se abrazaban, y regresar a los ojos color miel que tenía en frente.