Errores irreparables

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Capítulo 1 - Errores irreparables

Lo primero que Harry pensó cuando su cerebro logró encenderse luego de media hora, es que era un gran, no, un gigantesco y colosal estúpido.

Estúpido chico inocente que piensa que todo al final le saldrá bien, ¿no había aprendido ya que el destino es un bastardo que le gusta divertirse a su costa?

¿Qué creía? Nada saldría bien, algo le decía. Él lo sabía.

Siempre había tenido esas pequeñas corazonadas, esa parte de su instinto alertándole de la calma que repentinamente le llega sólo es una vana ilusión que precede a la terrible tempestad.

De pequeño lo había comprendido. La primera vez que tuvo una extraña corazonada fue cuando le regalaron a sus cortos cuatro años un pequeño oso de peluche. Usado, pero cálido, y realmente, realmente se había conformado con ello. En ese momento era tan feliz que todos los desplantes y malas miradas que aún no comprendía, eran eclipsadas en comparación a ese raro momento de dicha.

Su primo debió haber visto su pequeña sonrisa y sus ojos brillantes, porque tan rápido como el pequeño Harry observó su rostro fruncido, supo que sucedería algo. Su cálido oso de peluche apretujado en sus delgados brazos fue arrebatado por un regordete niño que rápidamente le sacó el relleno, dejándole desinflado y arruinado, así como su felicidad y toda la dicha que pudiera haber sentido en ese corto instante.

A partir de ese entonces, no es que haya madurado con repentino pasmo, pero conoció entonces que debía hacer caso a esos pequeños estados de alerta que su instinto le indicaba. Se salvó de muchas situaciones precarias y le servían para no enlazarse de más a las personas que a la final terminarían alejándose finalmente de él.

Pero con Malfoy, no, con Draco... todo fue rápido. No apresurado, sino fugaz, como algo que debería haber sucedido hace mucho tiempo. Y Harry no se miente, fue realmente feliz en ese efímero instante de rara, muy rara alegría, porque sentía que al final, todas las piezas en su vida comenzaban a juntarse.

A encajar finalmente.

Que el camino trazado por su propio designio por fin comenzaba a crearse y no era una oscura vereda ya designada por una profecía establecida antes de siquiera comenzar a comprender lo que significaba realmente el vivir.

Había decido arriesgarse a intentar, y la primera persona fue Draco Malfoy. Harry, contra todo lo que su instinto le indicara, decidió irse de lleno, como un Gryffindor. Consintió que todo se diera aunque su mente le traicionara recordándole todos los malos momentos, y por instantes pensó en simplemente declinar, en irse a su lugar seguro, a su hoyo donde nada ni nadie le lastimara porque luego de la guerra, la amargura había mellado y la inseguridad era más fuerte que antes aunque su máscara de amabilidad constante lo contradijera.

Todos pensaban que era el salvador, todos creían que era un héroe que nada le lastimaría profundamente; pero estaban tan equivocados. Esas personas aún creían que era alguna especie de ente místico creado por el mismo Merlín y no veían al frágil humano tras esos infames títulos que buscaban de otorgar cada vez que lograba crear una hazaña digna de un mago poderoso.

Lo que no sabían era que Harry ni siquiera se enteraba de cómo lograba meterse en tales situaciones.

Sabía que tenía una suerte horrenda, pero irónicamente, esa misma mala suerte le salvaba de morir.

Odiaba su vida... No, odiaba cómo los demás habían decido conducir su existencia.

¿Existir? Harry no vivía por él, respiraba por los demás, y eso resultaba asfixiante. Pensar en ello le amargaba.

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