Sentimientos Callados

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– ¿Me prestas el baño? Ya sabes, me urge –soltó gracioso mientras su amigo asentía con la cabeza.

Martín, como era casual en él, visitaba cada fin de semana a su mejor amigo, Rodolfo. Se levantó del mueble, dejando a un lado el mando inalámbrico del PS3 y se dirigió al baño de visitas. Trató de girar la manija de éste pero no daba resultados. Le consultó a su amigo y éste le invitó a pasar al segundo piso de la casa, para que utilice el baño de su habitación. Martín asintió.

Ingresó al baño rápidamente antes de que su vejiga explotase. Abrió el grifo y mojó sus manos con agua fría, para posteriormente secarlas con una toalla de manos que colgaba de un perchero.

Salió hacia la habitación y le llamó la atención un pequeño libro sobre la cama de su amigo. Tenía la pinta de ser un diario; aunque, le ganó la emoción y decidió abrirlo para saber detalles importantes sobre su amigo, ya que tenía la sospecha de que, a pesar de que lo conocía perfectamente, guardaba secretos. Comenzó a pasar página por página, observando escritos sobre la escuela, recordatorios importantes y una que otra crítica hacia sus compañeros de clase. Hasta que, leer su nombre al comenzar la página lo sorprendió y empezó a leer atentamente lo que decía aquel diario.

"Martín. A veces me gustaría saber sí es que tú alguna vez has sufrido de amor como lo estoy sufriendo por ti. La verdad es que, no sé cómo es que sucedió esto y tampoco necesito una explicación, simplemente se dio y me resigno a sufrir por ti. Tu corazón no me acepta, pero el mío está acostumbrando a ser rechazado. Creo que te amé desde el primer momento que te vi a los ojos; esos ojos azules tan profundos como el mar y tan cálidos de ser admirados como tu sonrisa; tu bella y sensual sonrisa que cautiva a todo aquel que te vea. Nadie como conoce tanto como tú, y te agradezco, agradezco que hayas podido brindarme tu amistad y ser partícipe de tus aventuras, ser seguidor de tus enseñanzas y ser un ejemplo –según tus palabras– para muchos por mi perseverancia; y mira tú, tenías razón. Han pasado ya, seis años desde que nos conocimos en aquella aula de secundaria y mírame aquí, escribiendo con tinta y pluma sobre un papel resistente a mis lágrimas dedicadas a nuestro amor imposible. Creo que es suficiente. Creo que viviré siempre a la expectativa de que en un universo paralelo, aceptes mi amor. Aunque, no te culpo de nada. Soy un imbécil cautivo que nunca confesará sus sentimientos, porque tu amistad me hace bien. Soy adicto a tu amistad, ya que, es lo máximo a lo que podré alcanzar. Te amo con todas las letras del abecedario y si existirían muchas otras formas de hacerlo, ten por seguro que lo haría. Tal vez nunca llegues a leer esto y tal vez –no es verdad, me encantaría perder el maldito miedo que me priva de la libertad de tus besos y sentimientos– eso me gustaría, porque no me importa morir de amor, sí tú estarás a mi lado con un sentimiento llamado amistad. Rodolfo."

Martín no pudo contener la sorpresa y se tomó el rostro con la mano derecha mientras que con la otra sostenía el pequeño libro. Tenía todas las palabras expuestas en la hoja, revoloteándole la cabeza. Decidió afrontar las cosas y hablar con Rodolfo sobre lo leído.

Bajó apresuradamente las escaleras mientras que veía a su amigo acercarse al mueble, sosteniendo un vaso con gaseosa en las manos. Ocultó con ambos manos el diario por detrás de su espalda y lo miró, podría decirse, nervioso.

– ¿Qué traes ahí? –le sonrió preguntando mientras que su amigo aún lo miraba expectante.

Avanzó unos cuantos metros hacía él y Martín le enseño lo que ocultaba. Rodolfo se sonrojó –de miedo, claro está– y se sentó en uno de los muebles.

– ¿Por qué nunca me lo dijiste?

– L-lo siento.

Tuvieron que pasar varios segundos para que Rodolfo intente encontrar una respuesta al incómodo momento que estaba viviendo.

– ¿Por qué nunca me lo dijiste? –volvió a preguntar.

– Prefería perder tu amor antes que nuestra amistad –respondió, ésta vez más seguro.

– Y si, la perdiste.

Estas palabras fueron como un balde de agua para Rodolfo, quien empezaba a empañar sus ojos por haberse descubierto su secreto.

– Lo sé, sabía que pasaría en algún momento –lamentó, con los ojos rojos.

– Aún no he terminado.

– Sí quieres pegarme hazlo, tienes todo el derecho.

– No me refiero a eso, idiota.

– ¿Qué intentas decir?

– Tienes razón. Perdiste mi amistad. Desde hoy, dejé de ser tu amigo, para tratar de ser el amor de tu vida.

Rodolfo sabía perfectamente lo que Martin trataba de decirle. Rodolfo sabía perfectamente que él no se había equivocado. Rodolfo sabía perfectamente que había escogido la mejor opción. Rodolfo sabía perfectamente que Martin lo amaba tanto como él, porque para el amor sobran las palabras sí existen sentimientos; ya sean, sentimientos callados.

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