Noche de pizzas

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- Hoy tengo ganas de salir contigo

- ¿En serio?

- Si, así que ponte un vestido bonito y hazme esperarte. Quiero que te veas deslumbrante, tanto que las estrellas se apaguen a tu paso

- ¿Pues a dónde vas a llevarme?

- Eso es una sorpresa

- De acuerdo, tú ganas… pero sólo porque me gusta que me consientan

- Perfecto, paso a los ocho por ti

*

Tres horas más tarde, luego de pasar por su ropa limpia a la tintorería después del trabajo, se encontraba en su minúsculo departamento; envuelta por una toalla de baño, con otra enredada en el cabello, pies descalzos, las uñas de color rojo brillante recién aplicado, vapor empañando el baño y la voz apagada de las noticias en el televisor.

Con mano en la cintura, escrutaba seriamente los vestidos extendidos sobre su cama, debatiendo cuál sería el indicado para esa ocasión. Cada tanto se mordía los labios, nerviosa, porque casi daban las ocho y ella no estaba lista.

- Oh ¿Qué más da? Él dijo que lo hiciera esperar, tendrá que lidiar con las consecuencias –exclamó de repente en el silencio de su habitación.

Entonces al no decidirse por los vestidos decidió empezar por otro lugar. Se deshizo de la toalla, tomó su ropa interior de encaje negro y luego de secarse, se la puso. Secó su cabello, lo enruló un poco con la tenaza –tal como a él le gustaba- sacó los tacones negros del closet, los de tacón de 13 centímetros y que parecían envueltos en satín.

Luego de eso volvió a pasear frente a los vestidos que tenía sobre la cama, negándose a voltear a ver al reloj en la pared. El rosa no la convencía, el blanco no quedaba con los tacones, el de rayas azules de estilo marinero era muy casual y el rojo simplemente no era lo que estaba buscando.

Suspiró exasperada, si no se decidía por alguno de ellos tendría que ir desnuda o…

Sus ojos brillaron con emoción al recordarlo ¿cómo podía haberlo olvidado?

Corrió hasta el clóset, abriendo la puerta de golpe y parándose de puntitas para poder alcanzar la caja color crema que tenía en la parte más alta del mueble. Luego de varios intentos fallidos por fin lo consiguió. La caja cayó en sus manos mientras una sonrisa se extendía en su rostro. 

*

Recargado contra su deportivo negro, estacionado frente al edificio dónde vivía ella, esperaba pacientemente bajo la luz de las estrellas.

El reloj marcaba las ocho y media de la noche y ya se empezaba a arrepentir de haberle dicho que lo hiciera espera. Su estómago rugía y hacía un poco de frío, pero valía la pena esperarla.

Hoy era la noche, su noche. Esa noche que nunca se olvidaría y que pasaría a ser contada a sus hijos y sus nietos. Su corazón latía nervioso en su pecho y las manos le sudaban, pero no tenía ninguna duda de lo que iba a hacer.

Y entonces, como pasa en las películas, apareció ella. Bajaba cuidadosamente las escaleras del frente del edificio. Parecía como si el mundo se hubiera detenido ante se presencia, la Luna iluminando su silueta y el cantar de los grillos armonizando la escena. Parecía un conspiración del universo.

Su boca simplemente se abrió en sorpresa, al menos cada segundo de espera había valido la pena.

- Hola bonita – le dijo cuando ya la tuvo en frente, con una sonrisa de bobo enamorado estampada en el rostro.

- Hola guapo – respondió ella marcando un beso de color rojo sobre sus labios.

- Y ese vestido tan bonito ¿quién te lo regaló? – preguntó él como si no supiera la respuesta.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2013 ⏰

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