Capítulo uno-Baby's on fire

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Marceline le lanzó una mirada cómplice a Ulises, su compañero en aquel crimen, antes de que ambos tomaran caminos separados.

Habían entrado juntos a una tiendita de no mucha categoría. No le habían encontrado muchas cámaras, y el guardia era un cuarentón con un estómago lo suficientemente grande como para alimentar a un pueblo. Aquel hombre vestido como militar no les alcanzaría ni en mil años, y la escopeta que descansaba sobre su regazo aseguraba Ulises no contenía bala alguna.
La misión era obvia; Marceline llevaría a cabo su primer robo.

Caminó por unos minutos por el lugar, las manos firmemente guardadas en los bolsillos de su chaqueta para regular el nerviosismo.
Su amigo le había explicado ya que hacer, tenía experiencia. Sólo debía tomar algo pequeño, rayar con sus uñas el código y guardarlo rápidamente bajo su ropa. Sencillo. No había nada que temer, o eso había dicho el más alto.

Ulises pasó por un pasillo cercano al de ella, dándole a entender que estaba listo para irse y sólo la esperaba a ella.
El chico había colocado un sombrero de paja sobre su cabeza para ocultar las puntas azules en su corto cabello castaño y no llamar la atención en exceso. Ella en cambio había acomodado su rizado cabello azabache de puntas verde en una coleta de lado, por la oscuridad de su pelo este pasaba desapercibido si se observaba desde la lejanía; así que no tenía que preocuparse demasiado por ello.
Removió inquieta algunas hebras de la desgreñada coleta, dándole una mirada a su acompañante que indicaba claramente que no se encontraba segura todavía. Pero este comenzaba a impacientarse al ser una de sus reglas principales el no durar más de seis minutos en una tienda si vas a llevarte algo sin pagar. A su lógica, que le parecía bastante acertada a la más joven, durar más de seis minutos llamaría la atención de los trabajadores. Así que, aún dubitativa, la morena se acercó a un estante al azar.

Varias barras de lápiz de ojos se alzaban impasibles frente a ella, cuyo corazón latía ahora apresurado. Se quedó mirando sin ver una de las barras negras, debatiéndose internamente entre si hacerlo o no hacerlo. Una parte de ella le recriminaba y le mostraba las peores escenas en las que su madre le regañaba a gritos y su padre le dedicaba profundas miradas de decepción mientras le firmaba algún papel a algún oficial. Pero entonces su otra parte, a la que últimamente hacía más caso, le dijo que no era para tanto. Que sólo era un mísero accesorio que bien podría devolver otro día, y que con salir airosa de aquel encuentro se ganaría un lugar en la banda de Ulises; los chicos más guay y peligrosos de su instituto.

Guiándose de su segunda voz, la joven respiró profundamente y tomó de manera veloz uno de los frasquitos. Le introdujo rápidamente en el elástico de sus jeans, y girándose rápidamente dio la señal al castaño; quien le sonrió satisfecho.
Estaban listos para partir.

Caminaron en silencio por el corredor. Los labios de la fémina se habían secado de repente, y ninguna expresión en su semblante-por más impasible que fuese-parecía ser la adecuada.
No habían llamado la atención de nadie y en un minuto se encontrarían a salvo. La salida se encontraba tan cerca.
Marceline comenzó a felicitarse a sí misma, encantada de ver como en cuestión de nada habría logrado pasar la prueba de Ulises.

Las puertas de cristal le sonrieron y por un instante logró sonreír airosa.
Entonces, lo recordó.
Y toda sonrisa se esfumó de su rostro.

¡Los códigos magnéticos! ¡Se había saltado el segundo paso y no había rayado el código!

Quiso detenerse. Quiso detenerse y advertirle a Ulises de su error. Pero de pronto era demasiado tarde.
Sus pies no reaccionaron a tiempo, y sin dar oportunidad a la azabache de volver a la zona segura le adentraron en la zona de radar de los lectores.
Después de ello, todo ocurrió muy lento... o quizás muy rápido. Cuando la adrenalina te arropa, ninguna medida de tiempo parece correcta para definir como pasan los sucesos.

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2015 ⏰

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