Cincuenta y dos.

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_No hay influencia buena, señor Gray. Toda influye es inmoral..., inmoral desde el punto de vista científico.

_¿Y por qué?

_Por qué influir sobre una persona es transmitirle un poco de nuestra propia alma. No piensa ya con sus pensamientos naturales, ni se consume ya con sus pasiones naturales. Sus virtudes ya no son suyas. Sus pecados, si es que hay algo semejante a pecados, son postizos. Se convierte en eco de una música ajena, en actor de una pieza que no fue escrita para ella.
No; rechazamos toda ajena influencia. El fin de la vida es el desenvolvimientode la propia personalidad. Realizar la propia naturaleza; esto es lo que debemos todos hacer. Lo malo es que los hombres están asustados de sí mismos hoy día. Han olvidado el más elevado de todos los deberes, el deber para consigo mismo. Son caritativos naturalmente.
Alimentan al pobre y visten al andrajoso; pero dejan morirse de hambre a sus almas y van desnudos. El valor nos a abandonado; ¡quizás no lo tuvimos nunca! El terror de la sociedad, que es la base de toda moral; el terror de Dios, que es el secreto de la religión; he aquí las dos cosas que nos gobierna. Y, sin embargo, creo que si los hombres quisieran vivir su vida plena y completamente, si quisiesen dar una forma a cada sentimiento propio, una expresión a cada pensamiento propio, una realidad a cada sueño propio, el mundo sufriría ta empuje de nueva alegría, que olvidaríamos todas las enfermedades medievales para volvernos hacia el ideal griego, ¡quizás hasta algo más bello y más rico que ese ideal! Pero, como le digo, el más valiente de nosotros está asustado se si mismo. E ignora que la negación. de nuestra vida es, de un modo trágico, semejante a la mutilación de los fanáticos. Nos vemos castigados por nuestras negaciones. Cada impulso que intentamos aniquilar germina en nosotros y nos envenena. El cuerpo peca primero y se sastiface con su pecado, por que la acción es una manera de purificación. No nos queda más que el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de una pena. El único medio de desembarazarse de una tentación es ceder a ella.

Lord Henry Woton.
El retrato de Dorian Gray.

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