Capitulo único

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Quiero que quemes tus labios en mi piel, que mis dedos duerman en los tuyos, que mires mis ojos y veas.

Quisiera que tus puñales, disfrazados de sonrisas, se vuelvan plumas de zorzal; que tus ojos persigan los míos, no los de alguien más; que sueñes con caricias otorgadas por mis anhelantes dedos; que tus uñas rasguen mi espalda; que tu cabello se hunda en mi hombro.

Que tus labios vuelen: en sonrisas, en llantos, en besos.

Y sin embargo no quiero nada de eso. Sé que es un préstamo, no un regalo. Ofreces con ambiciosa facilidad tus hoyuelos, con rabiosa amabilidad tus palabras, con bondadosa hostilidad tus abrazos.

No lo quiero.

Quiero que cierres los ojos y te quites la máscara. Que no me prometas quedarte, cuando se que te irás. No mientas. No ante mis lágrimas. No quiero que tomes tu bolso y huyas a la noche.

Una última mirada. A cara lavada. Sin rímel, sin base. Un último beso. Un último abrazo. Un último segundo, en el que nuestras miradas se cruzan, y tus uñas se clavan en mi corazón.

Un último momento, tan efímero que resulta irreal, mientras el silencio retumba en mi pecho; junto con tu último triste adiós.

PréstamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora