Se veía venir.

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Mi casa totalmente vacía puede ser una ventaja y una maldición al mismo tiempo. Esta vez, siento que no podría soportar estar acompañada; he ido tres días seguidos a la facultad y por más que intento ser lo más invisible que sea posible, siempre termino tropezándome con alguien o haciendo algo por lo cual deba disculparme, o por lo menos, bajar la cabeza. Aunque de por sí, nunca la alzo. Tengo unas intensas ganas de gritar justo antes de salir de casa, pero todavía debo considerar a los vecinos, por lo que no me puedo dar el gusto.

Después de todo el trayecto que tengo que recorrer para llegar a la universidad, llego húmeda por el sudor. Justo hoy decidí desenredarme y lavarme el cabello, así me siento más escondida ya que cubre los laterales de mi rostro y mi espalda, sin embargo, cuando se trata del calor, tan solo quisiera cortarlo e incinerarlo lo más lejos posible. 

Intento mantener mi vista fija en el suelo, ya que con la baldosa sobresalida con la que me tropecé la última vez, casi me he vuelto a caer un par de veces más. Las personas a mi alrededor ya ni siquiera preguntan si estoy bien, aunque no es como si me importase, porque realmente no les respondería. No escucharían mi voz, y en caso de hacerlo, solo seguirían de largo. No había caso en darle mucha vuelta.

Cuando estoy cerca del tablero de anuncios, escucho un golpe detrás de mí. Inmediatamente me enfurruño como una especie de animal a la defensiva, y aunque mi instinto indicaba pasar de largo, me giro a ver qué sucedía. Y resultó ser que, el delegado de la clase se había caído. Y adivinen por qué razón... Sí, aquella inoportuna baldosa. Realmente mucha gente estaba intentando ayudarle, parecía haberse hecho daño en la rodilla, sin embargo, les decía a todos que estaba bien. No pude evitar entrecerrar los ojos, ¿por qué mentirles? Si los demás estaban en verdad preocupados. 

—Eh, tú, la chica emo —De repente, una muchacha parecía referirse a mí. Inmediatamente retrocedí con la intención de huir, pero su llamado me detuvo— ¿Has hecho algo apropósito?

—Es cierto, ella siempre cae aquí —Comenta un joven, como si fuera algo por lo que reírse. Mis dedos tiemblan.

—Parece que traes mala suerte —Agrega la misma joven, y todos tienen su mirada fija en mí. Me doy la vuelta y sigo caminando hacia el tablero, aunque en realidad, mis pasos se desvían hacia el salón de limpieza. Antes de poder darme cuenta, comienzo a correr, hasta que llego y me encierro dentro, colocando el seguro mientras que mis piernas flaquean, amenazando con decaer en cualquier momento. 

Mi corazón palpita mil veces por segundo. Siento que un solo cuerpo no me basta para respirar, y realmente, todo mi cuerpo parece temblar.
— ¿Por qué estoy haciendo esto...? —Me cuestiono a mí misma, con una voz seca y quebradiza. Incluso mis labios son inestables. Espero a que ritmo cardíaco se calme, y finalmente salgo a la clase, llegando justo a tiempo, afortunadamente. Me he encargado de ir casi con los ojos cerrados para no notar las miradas sobre mí, para no poder ver a nadie. Y al acabar la clase, como siempre, mi intento por no existir ante los demás es inmune ante ese chico... Louis, dijo que se llamaba.  

— Ray, siento lo que han dicho esos chicos —Lo miro fijamente. Él está haciendo un gesto amable hacia mí, pero, ¿Por qué tiene él que disculparse? 
— Está bien —Contesto sin más, dirigiéndome a la siguiente clase. Después de varios minutos, me doy cuenta de que va caminando atrás de mí. Comienzo a caminar más rápido, pero él parece decidido a sentarse a mi lado. 

— Hey, Lou. ¿Eres amigo de esa chica? —El susurro de un chico a su lado es totalmente obvio para mí. Vivo con el lamento de tener un oído muy bien definido.

— Mm... ¿Hay algún problema con eso? —Contesta el delegado. Mi pecho se sintió cálido por un instante, pero eso no fue hasta escuchar las palabras del sujeto curioso que apodaré... ''Árbol''.

—  Le decimos Gato Negro, es como de la mala suerte —Siento que mi mirada, que se mantiene fija en la pizarra, se oscurece de repente. A decir verdad, esta vez no tengo ganas de huir. Tengo ganas de lanzarle un libro por la cabeza.

—Oye, Ray —El delegado me llama. Con fuerza, afinco el lápiz de la libreta. ¿Ni siquiera puede él concentrarse en la clase? ¿Es el tema tan interesante?

— Louis Dorell, ¿está la conversación en un punto clímax? —El profesor regaña al sujeto a mi lado. De algún modo, siento satisfacción, hasta que me doy cuenta de que también me mira a mí. Sabía perfectamente que eso era una mala señal.

Y en efecto, lo era. Tanto a mí, como al delegado y al señorito Árbol, nos ha parado antes de que nos marchásemos a casa. Nos reunimos en su oficina, y mientras nos da un sermón acerca de que no le importa lo que hagamos con nuestras vidas pero que respetemos su hora de clase, yo tan solo me ingenio alguna forma de hacer que castiguen al Árbol, pero al final, nos un castigo desgraciadamente equitativo; limpiar los salones por lo que restaba del mes. Enhorabuena, empleados de limpieza. Tres alumnos harán vuestro trabajo por una pequeña charla en la cual uno de ellos ni siquiera llegó a participar.

En cuanto termina, por supuesto, soy la primera en dar la vuelta, y estaba llegando a la salida cuando recordé que había dejado la libreta en el pupitre del salón. Solté un chasquido, y me devolví con toda la pereza del planeta. Afortunadamente seguía ahí, por lo que al adentrarlo a mi bolso, ya podía marcharme. En el camino se veía la puerta de la enfermería abierta, así que me entró un poco de curiosidad. La encargada de la enfermería era bastante amable, por lo que, con la idea de echarle un vistazo y quizá saludarla, me acerco hacia la puerta, cuando de repente escucho una voz que se me hace familiar.

— Entonces nos han mandado a limpiar el maldito salón por no-sé-cuántos meses —Me asomo discretamente, percatándome de quién se trataba. Aquella característica cabellera clara y esos ojos que solían reflejar amabilidad en cualquier situación, habían perdido todo rastro de brillo, y se le veía irritado— ¡Joder, Clarea, te digo que me duele!

— Louis, eso pasa por no haber venido antes. Se te ha irritado, esto debió doler —La enfermera limpiaba el ligero raspón que había en la rodilla del joven, para luego envolverlo en vendas.

— Todo porque el profesor de ciencias me recomendó cuidar de la chica autista —Se me revuelve el estómago al escucharlo referirse a mí de esa forma. Espera, ¿se refería a mí?— ¿Y qué con el desgraciado chico que cree ser mi mejor amigo?

— Louis, cálmat-

— ¡No me calmo, esto es espantoso! No puedo soport... —Antes de terminar su frase, por reflejo, su mirada se dirige hacia mí, quien se mantenía levemente asomada. Mis ojos permanecían abiertos a más no poder, pero no estaba asustada. Tan solo me sentía como una niña enterándose de un interesante chisme. Pensé en irme, pero mi vista captó algo preocupante antes de poder siquiera girarme.

Fue la sonrisa del chico. Pero no fue su sonrisa amable, precisamente. 

Fue una sonrisa malévola.

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Nota de la autora:

Hola, ¿qué tal están? no había actualizado esto en un buen tiempo, ¿verdad? Lo siento por eso, pero si os ha gustado como pareció, no voy a ser tan mala para dejarlo así.
¿Qué me dicen? ¿Les gusta el rumbo en el que gira la historia? Esto es tan solo un poco de lo que esconde la trama.
¡Díganme! Y gracias por leer♥.

Cambio y fuera.

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2015 ⏰

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