El edificio

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Comencé a buscar una casa propia cuando tenía como diecinueve años, no buscaba nada en específico, tan sólo un lugar para escaparme por fin de mi hermanastra, Mikasa. Al ser mayor de edad legalmente podría valerme por mí mismo, pero tardé más de lo que imaginaba en encontrar un buen lugar que cumpliera con mis posibilidades, pues aún estaba estudiando y tenía un trabajo de medio tiempo en una tienda de trajes cerca de la universidad.

Primero me mudé con mi amigo Armin por un tiempo, Mikasa no puso tantos peros pues fácilmente podría llamarme a cada rato y saber dónde estaba, además de que confiaba en Armin para "echarme un ojo". De hecho yo también estaba muy a gusto viviendo con él pero todavía no había desechado la idea de tener mi propia casa, así que seguí con mi búsqueda, en un par de meses ya había encontrado un apartamento que satisfacía mis prioridades, se encontraba en el penúltimo piso de un largo edificio. Cuando se lo conté a Armin pareció alegre igual que yo, así que decidí no contarle nada a Mikasa para darle la sorpresa ya cuando estuviera instalado en mi nuevo apartamento, aunque eso significara tener que aguantar sus sermones. Al menos así ya no podría hacer nada pues ya todo estaría instalado. Armin me ayudó a acarrear con todas mis cosas y en menos tiempo de lo que pensaba todo estaba en el departamento, aunque él no pudo quedarse a ayudarme a ordenar todo pues tenía tarea y otros compromisos.

—Gracias de todas formas

—Nos vemos luego, Eren —dijo Armin dirigiéndose a la puerta mientras esquivaba las cajas.

En cuanto Armin se marchó me levanté y miré alrededor: las cajas estaban regadas por el suelo y amontonadas en el espacio que sería la sala, a la derecha quedaba el destinado al comedor y, separada por una barra de madera, la cocina, desde la sala, pero a la izquierda, cruzaba un pequeño pasillo que daba al baño y en frente un par de habitaciones. Me acerqué a lo que creí la ventana principal, abrí las cortinas y en su lugar me encontré con un gran ventanal que iba desde el suelo y era más alto que yo, corrí las puertas hacia los lados, encontrándome en un pequeño balcón con un barandal gris, y me quedé un rato allí contemplando la vista: la cuidad con sus negocios, edificios y automóviles encendiendo las luces porque el sol estaba a punto de desaparecer.

—Ten cuidado —escuché decir a alguien detrás de mí, me giré inmediatamente, apoyándome en el barandal, frente a mi estaba un hombre de aspecto joven, tenía el cabello negro y un poco largo para que le tapara un poco los ojos, de color gris, como una nube de lluvia, y alargados, enmarcando una filosa mirada, las facciones de su rostro era muy finas, pero lo más sorprendente era su piel, tan blanca.

Sin saber qué hacer me alejé del ventanal, entrando de nuevo y cerrándolo a mis espaldas, sentía la mirada de aquel sujeto siguiendo cada uno de mis movimientos. Entonces noté que la puerta estaba entreabierta, pensé que quizá él había venido a saludar, e intenté relajarme.

—¿Eres nuevo aquí, no es cierto? —preguntó él antes de que yo dijera nada

–Sí... Acabo de mudarme —respondí, mirándolo más de cerca, su ropa era elegante pero parecía vieja

—¿Cómo te llamas? —dijo luego de una pausa, como si le sorprendiera el que le hubiera contestado.

—Soy Eren Jaeger, ¿y tú? ¿Vives aquí también? —Él dio unos pasos alrededor, observando el desorden, luego se sentó en un sillón cruzando los brazos. Yo sólo lo miré, algo atontado y confundido. Después de unos minutos que parecieron eternos él respondió:

—Soy Levi, y... sí también vivo aquí —respondió él, pronunciando de manera extraña estas últimas palabras, le dediqué una sonrisa.

—Mucho gusto, Levi —dije

—¿Hace cuánto llegaste?

—Hoy

—Con razón tienes este desorden, también creo que deberías limpiar, hay mucho polvo, ¿no te molesta?

El edificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora