El pincel se deslizaba por la tela con la delicadeza que sólo podría darle un gran artista, el olor a pintura invadía el lugar: una vieja bodega que había servido para alguna compañía en el pasado y de la que sólo quedaba el color de las paredes, o quizá ni siquiera eso ya que todo estaba cubierto de manchas de pintura, aquí y allá: cientos de colores en un arcoíris estresante.
—...Si tan sólo... —dijo el joven pintor, retocando el cuadro, la imagen en su mente era bastante borrosa, ¿y por qué? ¿Desde cuándo le costaba tanto concentrarse?
"Hace falta algo..." Concluyó, tachando definitivamente el que había sido un bello paisaje. Afuera, como era costumbre en esa época del año, las frías gotas de lluvia comenzaron a caer en el techo de lámina, haciendo el monótono sonido de piedritas cayendo. Él sólo suspiró, recordando con quién había pasado el último día lluvioso...
Había sucedido hacía tan poco, aún recordaba los labios de aquel hombre dejándose morder hasta desgastarse, y su aroma, su cuerpo... Oh, su cuerpo, el sólo recordarlo le aceleraba el corazón y la mente le daba vueltas...
Pronto, —no tanto como para que pasara la lluvia— se dirigió al baño para despojarse de su ropa de trabajo, colocándose la ropa de siempre de vuelta. Aún pensaba en él, cayendo en la cuenta de que no podría esperar más hasta la próxima cita, necesitaba verlo, besarlo... Quería llenarse de él, encontrar en él una razón para seguir pintando. Al salir, como acto reflejo, se miró en el espejo del baño: los ojos verdes, cansados por tanto trabajo; el cabello castaño, desordenado y la piel morena. Estaba ansioso, así que lo visitaría esa noche.
Pasados unos cuantos minutos salió de la bodega, cerró con llave y luego se la colgó en el cuello, enseguida escrutó el cielo: oscuro por la noche que venía, las gotas cayendo, mojando todo a su paso. Si se alejaba un poco de la marquesina podría haber visto la ciudad entera, no obstante estaba demasiado concentrado en conducir hasta la casa de su amante como para pensar en la belleza del lugar, más bien le parecía deformado por toda la lluvia, ¿qué clase de luces eran esas que se divisaban a lo lejos? ¿Para qué tantos paraguas? ¡¿Qué acaso a nadie le gustaba mojarse un poco?!
Suspiró, apresurándose hasta el auto frente a la bodega, definitivamente necesitaba morder esos labios.
Durante el camino, como ignorando las canciones de la radio, el pintor recordó la primera vez que había visto a su amante, había sido un encuentro tan casual y sin cuidado que todavía se preguntaba cómo era que ahora salía con él.
Lo había conocido en una exhibición, él era un crítico –de hecho famoso pues recordaba su foto de algunas revistas— pero no había dicho absolutamente nada de su trabajo, ¿y por qué? ¿Acaso no le había gustado? Al contrario, una vez acercado a preguntarle el hombre le confesó que era de los mejores que había visto, entonces... ¿Por qué ocultárselo?
Eren –nuestro joven pintor— se vio confundido, así que le pidió, de la manera más profesional una cita para charlar en un café, el crítico aceptó luego de rechazar la invitación varias veces. Claro que para entonces Eren no quería esa "cita" sólo para hablar de pinturas, aquel misterioso hombre le provocaba, le entraban ganas de acercarse y besarlo, pero también de murmurarle románticos poemas aunque él fuera pintor.
—Creo que se convirtió en tu musa, Eren —le dijo su amigo Armin luego de que le contara su extraña obsesión con ese hombre.
Llegada la cita con él confirmó tales sospechas: estaba enamorado, con tan sólo verlo entrar en el café el corazón se le aceleró y las palabras se le fueron, tenía esa extraña sensación que le impulsaba a pintar, quería pintar una y otra vez.
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Musa
FanfictionEren es un reconocido pintor en París, Levi un famoso crítico, para ambos los días de lluvia son más que una triste metáfora, cuentan una historia, o una pintura, ¿no es Levi la causa de tus locuras?