Capítulo 2

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Me dedico una sonrisa tan elocuente que pensé que sabia lo mucho que me estaba costando escribir mi segundo libro. Como si supiera que, por primera vez en mi vida, el folclore y los cuentos de hadas que me habían parecido tan vivos se me antojaban ahora aburridos como el carton. Pero era obvio que no podía saberlo y enseguida pasó a temas más prácticos. 

-El comité tiene que reunirse esta tarde. Usted era la última candidata que tenían que queríamos entrevistar. Y, francamente, la mejor con diferencia. mañana Nos pondremos en contacto con usted. Se hospeda en la Dulce posada Hart ¿verdad? 

-Si- respindi, procurando disimular lo cursi que me parecía aquel nombre-. la propietaria ha sido muy amable...

-Diana Hart es una buena amiga mía -comentó-. una de las cosas maravillosas de trabajar aquí en Fairwick, es la buena relación que existe entre el pueblo y el profesorado. los habitantes son unos vecinos excelentes. 

-Eso esta bien...- No sabía qué más decir. Ninguna de las otras universidades se había molestado en hablar de las comodidades de los alrededores (ni siquiera de la de Nueva York, que podía presumir de su Excelente ubicación en el corazón de Manhattan)-. Le agradezco mucho que se tome la molestia de estudiar mi solicitud. Fairwick es una magnífica Universidad y cualquier persona estaría orgullosa de impartir clases aquí.           

La decana Book ladeó la cabeza y me miró en actitud pensativa. ¿Había sonado demasiado condescendiente? Pero entonces sonrío, se levantó y me tendió la mano. Cuando se la estreché me sorprendió la energía que me transmitió.

-Espero recibir noticias suyas- dije.

Mientras caminaba por el campus bajo los árboles frondosos y ancestrales, y dejaba atrás la biblioteca del estilo gótico, cuya fachada estaba cubierta de hiedra, me pregunté si podría soportar vivir en un lugar así. El campus era bonito pero el pueblo estaba muy abandonado.        Me detuve en el extremo del campus para contemplar la vista. Desde allá el pueblo no tenía tan mal aspecto y detrás de él había unas montañas boscosas que seguro que se pondrían preciosas en otoño, pero en noviembre se quedarían peladas y cubiertas de nieve.

Tenía que admitir que mi mayor ilusión era vivir en Nueva York, y también la de mi novio Paúl, con quién salía desde hacía ocho años. Nos conocimos en la universidad de Nueva York, le encantaba la ciudad y habíamos dicho que algún día viviríamos ahí. Incluso cuando no consiguió entrar en la escuela de posgrado de la ciudad y tuvo que irse a estudiar a la universidad de California, insistió en que yo fuera a Columbia. Estaba convencida de que Paúl me pediría que esperara a recibir noticias de la Universidad de Nueva York antes de aceptar un trabajo fuera de la ciudad.

Crucé las puertas de hierro del campus y continué andando por la calle que conducía la casa de huéspedes. El lado opuesto de la calle estaba flanqueado por unos pinos enormes, el comienzo de un vasto terreno de reserva natural. Me detuve un instante al borde de un sendero y eché un vistazo al bosque. Las parras que saltaban de árbol en árbol, llenaban todos los huecos y se retorcían creando formas curiosas. <<Aquí es donde empiezan todas las historias- pensé-, cerca de un bosque oscuro.>> ¿Por eso la decana pensaba que vivir en Fairwick seria una inspiración para mi? ¿Porque los bosques eran el hábitat natural de las hadas y los demonios? Intenté tomármelo a broma, pero no lo conseguí. Note que una ráfaga de viento soplaba desde el bosque hacia mí; el aire estaba impregnado del aroma fresco de las agujas del pino, de la tierra húmeda y de algo dulce. ¿Madreselva? La brisa se aremolino a mi alrededor y me levanto las puntas del cabello, y noté que la humedad me hacia cosquillas en la nuca, como si una mano me acariciara. Esa sensación me recordó mis sueños de adolescente, en los que aquel hombre oscuro aparecía a los pies de mi cama y la habitación se llenaba del aroma de la madreselva y la sal. En los sueños se oía el sonido  del océano y me invadia un deseo incipiente que, de algún modo, sabia que era el anhelo que el sentía. Estaba atrapado en la oscuridad y solo yo podia liberarlo. 

El psiquiatra al que mi abuela me había llevado dijo que esos sueños eran una expresión de la pena que sentía por la muerte de mis padres, pero siempre me costó creerlo. Lo que había sentido por el hombre de las sombras no era en absoluto un sentimiento filial.

En ese momento, la mano invisible tiró de mí y di un paso al frente. Abandoné el asfalto y pise el sendero de tierra; los tacones de mis botas se hundieron en la tierra blanda y margosa.

Abrí los ojos, tambaleándme, como si despertara de un sueño, y empecé a seguir el sendero... Fue entonces cuando vi la casa. Estaba escondida detrás de un frondoso seto, aunque de todos modos era difícil divisarla porque se hallaba totalmente integrada en el entorno. Una casa victoriana de estilo reina Ana con la madera pintada de un amarillo pálido, pero la pintura se estaba desconchando por tantos puntos que parecía una mariposa ingeniosamente camuflada. El tejado de pizarra estaba cubierto de musgo, y las cornisas decorativas, los aleros en punta y la torrecilla estaban pintados del verde oscuro de los pinos. La madreselva del bosque había invadido la barandilla del porche; más bien, la madreselva del jardín de la casa que había extendido hasta el bosque. Me acerqué un poco más y un golpe de aire agitó una parra que colgaba suelta por encima de la puerta. La rama se necio, como si me hiciera señas para que me acercara más. 

Miré alrededor en busca de algún indicio de que la casa estuviera habitada, pero el camino de entrada se veía vacío, los postigos de las ventanas, cerrados, y una capa de polvo verde en los escalones del porche, que no tenía ninguna marca de pisadas. <<Qué pena que una casa tan bonita este deshabitada>>, pensé. La brisa susurró a través del bosque, como si estuviera de acuerdo conmigo. Cuando me acerqué mas, percibir que el borde de los aleros estaba tallado con formas de flores y parras. Por encima de la entrada, en el frontón, había un rostro de hombre tallado en la madera. <<Un dios pagano del bosque>>, pensé al ver la corona de piña que descansaba sobre su larga melena. Había visto una cara parecida en algún sitio, quizás en algún libro de deidades del bosque... Encima de la puerta principal había una vidriera en la que aparecia el mismo rostro. 

Sorprendida, me percaté  de que había sido todos los escalones del porche y estaba plantada ante la puerta con la mano apoyada en el picaporte de bronce, que tenia forma de ciervo. Seguía siendo propiedad privada. 

Me di la vuelta para marcharme. El viento sopló  de nuevo y levantó el polen que cubría verdoso el suelo del porche, que se arremolinó bajo mis pies mientras bajaba los escalones. Las parras que se retorcían alrededor de las columnas del porche crujir on y se pensaron y una rama suelta me golpeó el brazo. Tal fue mi sobresalto que apuntó estuve de tropezar, pero recuperé el equilibrio y me apresuré devuelta al sendero. Solo baje el ritmo al ver lo resbaladizo que era el terreno a causa del musgo que crecia entre las piedras. Cuando llegué al seto me volví para contemplar la casa una vez más. Me pareció que la casa suspiraba y sus paredes de madera gemían, como si lamentasen verme marchar. Pero entonces se acomodo de nuevo en sus cimientos y se asentó, observándome. 


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⏰ Última actualización: Aug 20, 2015 ⏰

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El Amante Demonio-Niall&__Donde viven las historias. Descúbrelo ahora