Pintemos juntos un mundo de colores.

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Ya estoy harta de este mundo tan gris y triste, lleno de violencia y guerras. Me encierro en mi cuarto y me acuesto en mi cama, con los brazos bien extendidos.

Cierro los ojos.

Cuando los vuelvo a abrir, todo ha cambiado. Miro a mi alrededor, estoy en un mar de hierba. Acaricio ese verde con los dedos, está muy suave.

Me levanto. Ese mar es infinito, mire donde mire hay hierba y más hierba. Veo que tengo puesto un vestido blanco precioso. Miro al cielo. Hay un sol radiante y el cielo parece que estuviera lleno de luz.

Sonrío, y de repente oigo una melodía hermosa, algo que no había escuchado nunca, pero que me era familiar.

Mis pies se empiezan a mover y, antes de que me dé cuenta, estoy bailando sobre ese mar de hierba. Parece como si flotara en cada paso que doy.

Llego a un árbol enorme, creo que es un roble. En sus ramas hay miles y miles de pájaros de todos los colores y son ellos los que cantan esa melodía.

Trepo por ese árbol y me siento en una de las ramas. No es la más alta, pero desde allí se ve todo el campo de hierbas. De repente, en el horizonte veo algo brillando como una estrella. Me bajo del árbol y corro a toda velocidad hacia ese punto luminoso.

Cuando llego, no hay nada. Está todo igual, parece como si no me hubiera movido del sitio, sigue todo igual. Hierba, hierba y más hierba. Pero algo me llama la atención. En el suelo, a mis pies, hay un pincel. Lo cojo. Parece un pincel normal y corriente, pero hay una inscripción en la madera; "Pinta tu propio mundo", dice.

Oigo un ruido detrás de mí y, cuando me giro, veo a un chico de mi edad. Tiene unos rasgados ojos verdes, del mismo color de la hierba. Me sonríe.

-Ven, pintemos juntos el mundo de colores-Le cojo de la mano que me extiende.

Entonces parpadeo y me encuentro, de nuevo, en mi aburrida habitación. Había sido un sueño hermoso, aunque no tenía mucho significado. Me senté en la cama y me di cuenta que tenía algo en mi mano. Era el pincel.


No me lo podía creer. Tenía la misma inscripción. Me levanto de un salto de la cama, cojo mi chaqueta y salgo corriendo de casa con el pincel en la mano sin rumbo alguno. Estoy algo asustada, lo reconozco.

De repente, me choco contra alguien sin querer.

-Perdón...-Empiezo a decir, pero me quedo muda al ver contra quién he chocado.

Es el chico con los rasgados ojos verdes. Me sonríe. Y me extiende la mano, como en el sueño. Esta vez parece real.

-Todavía hay que pintar de colores el mundo, ¿me acompañas?

Yo sonriente y sin dudarlo le cojo la mano.

Pintemos juntos un mundo de colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora