Es un cuarto de luces que deslumbra, con una decoración que trasmite calidez, la propia de alguien que se esmera personal y minuciosamente en cada detalle para que, la ocasión se haga sentir especial y acogedora , y ella; ella estaba ahí, en medio de muchas caras conocidas, compartiendo y atendiendo con gran gusto a todos ellos. Justo, como siempre le complace ser. Al terminar la reunión, cada cual va a su destino, a seguir recorriendo e interpretando historias, sin darse cuenta que es eso en realidad lo que hacen.
Y queda ella arreglándose para dormir, pues fue un día muy ajetreado, como tantos que la han mantenido ocupada en toda su vida, pero con la satisfacción en su rostro y en su mirada al recordar el momento compartido, sabiendo que, dio un gran gusto a sus invitados, todos grandes amigos y amores. Eso hacía, sin saber que en realidad irá a otro encuentro, al más importante e inesperado de su vida.
Al caer en profundo sueño, durante un gran suspiro, de pronto se encuentra de nuevo en los pasillos, un poco confundida, en realidad cree que algo le falto,- por supuesto, los cuartos aún tienen las luces encendidas – exclamó con una sonrisa a medio lado. Camina en dirección de uno de ellos y, al abrir la puerta, se da cuenta que es otro lugar. Curiosa y extrañada, termina de entrar y se da cuenta que el lugar le es familiar, - no puede ser, ¿qué es esto? – se dijo a sí mima. El lugar era la entrada de un edificio antiguo, donde al final se encontraba una escalera, esa entrada le era conocida, más de lo que creía, pues era la entrada del edificio donde vivió muchos años con sus padres. Era la misma escalera que la conducía al tercer piso, donde se encontraba el departamento Nº 08 y, todo le vino a la mente como si fuera ayer, de una manera impresionantemente nítida.
En el acto, se dejo derrumbar sobre sus rodillas, totalmente indefensa, sin saber que hacer ni que decirse a sí misma. Sus ojos, se veían anegados de lágrimas cristalinas que, rápidamente se dejaron deslizar por sus mejillas y, lo que contemplaba era esa amplia sala que solía ser su refugio de juego. Al frente de esa puerta de entrada, estaba el ventanal que daba vista a la calle, a donde siempre corría a asomarse cada vez que escuchaba las campanillas del heladero, además de ser el mejor lugar donde librarse de las medicinas que no le gustaba tomar cuando enfermaba de las amígdalas.
Comenzó a ver, cual película ante ella, los muebles y las plantas de brillantes hojas que solían ser sus amigas y compañeras, también estaban los muebles y, algo más familiar aún, a María Luisa en manos de, hasta ese entonces, ella misma, pero más pequeña. Hacía tiempo que no veía a su inseparable amiga, se le notaba la dicha de ese instante. Estaba como la recordaba, con su braguita de jeans, su camisita a cuadros rojos con listas de color azul, su cabello brillante entre marrón y cobrizo en dos colas con pollina, y los ojos del mismo color con sus pecas en las mejillas y, su sonrisa tierna de carmín. En realidad, estuvo sumergida largo rato detallando a su entrañable amiga, así que retomo fuerzas y se puso en pie, caminó hasta la mitad de la sala con intenciones de tenerla en su regazo y, se detuvo porque su mirada fue atraída por el otro corredor del departamento y, se volteó a caminar por él. A su izquierda, estaba el baño con cerámicas en las paredes de color azul claro; a su derecha la cocina, siguiendo, encontró a su izquierda el cuarto de lavandería y, de frente las dos habitaciones; a su derecha la que ocupaban sus padres y a su izquierda la de ella, aunque nunca la ocupo como tal, pues siempre dormía con su papá. Su mamá estaba en la habitación, recostada en la cama. Para ella, su mamá era su confidente y su amiga, la que lograba hacerla escurrirse al primer piso a jugar con su amiga Bera, mientras su papá no estaba, ya que la sobreprotegía demasiado y era muy celoso de dejarla compartir con niñas de su edad, era por eso, que prefería que jugara con él. Fue entonces , cuando una sonrisa se fue dejando ver en su rostro, pues recordó como peinaba a su papá y, como jugaban a las muñecas, al trompo, a las metras, a tirarse la pelota y atraparla con una sola mano, e incluso, recordó como en esa misma habitación su papá pasó un día entero armándole una casa de muñecas que le había traído el niño Jesús en Navidad, es impresionante como ese día nunca lo ha olvidado. Ese día se levantó temprano y se asomó por debajo de la cama y, fue de gran alegría haber encontrado una caja grande envuelta en papel de regalo, el cual rompió ansiosa para ver que escondía y, de inmediato, llamó a su papá para que se la armara, para poder jugar con todos los accesorios que traía. La emoción era muy grande, pero su sonrisa se desvaneció cuando entre sus recueros se dejo colar el día en que su mamá la vendió, porque estaba juntando dinero, otra vez, para irse a casa de sus padres, al oriente del país, debido a las constantes peleas entre ella y su papá por la vida de zozobra que le provocaba el alcohol. Sí, su padre bebía mucho los fines de semana, costumbre que, desde hacía muchos años ya tenía, a causa de grandes traumas de su niñez y juventud. Era ella, quién podía controlarlo hasta lograr hacerlo dormir, era la única que podía hacerlo.
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Encuentro
Short StoryEL SIMPLE HECHO DE EXISTIR, TE LLEVA A ENCUENTROS QUE TAL VEZ PUDISTE LLEGAR A IMAGINAR, PERO TAMBIÉN A OTROS QUE TE PERMITEN ENCONTRARTE CONTIGO MISMO. DESCUBRE JUNTO A LA PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA EL ENCUENTRO MAS TRASCENDENTAL DE SU VIDA Y...