Capítulo 1
- Flavia, de verdad, ¿crees que necesito un niñero?
- Lo que tú necesitas es un carcelero, mi amor, pero ya que aquello sería demasiada falta de respeto, ¿por qué no aceptas lo del asistente? Tras lo de esos hijos de… su mala madre, necesitarás al menos quien conduzca por ti algunos días.
- ¿Eres consciente de que me jode un quilo y tres cuartos, verdad?
- Anda, Dante, por favor, ¿sí? Si no quieres hacerlo por ti, hazlo por mí. Me quedaría mucho más tranquila mientras me encargo de algunos negocios en Alemania.
- No pienso posponer el viaje.
- ¿Acaso está belicoso mi principito?
- ¡Que pesada te pones con eso!
- Ya fuera de bromas, amor, no me hace ninguna gracia el que te la vivas de aquí para allá, metiéndote en infinitos problemas y horribles riesgos. Si me lo preguntan, sería feliz si te dedicaras a los gatos caseros.
- Sí, ya quisieran eso varios, pero…
- Los tigres, leones, panteras y demás felinos salvajes son lo tuyo, lo sé.
- Anda, Flavia, por favor no me pongas esa voz. Sabes que mi gatita preferida eres tú.
- Si no fueras tan sumamente delicioso, chiquillo, te juro que…
- Lo mismo me pasa, hermosa. Eres el sol que me deslumbra y me deja ciego ante su enorme belleza.
- ¡Zalamero! Alguien debería proponer una moción para que te prohibieran, por altos riesgos para la salud femenina.
- ¿Y tú acatarías esa ley?
- ¡Claro que no!
- Ahí tienes… bueno, cariño, ya me despido. Debo bañar a las niñas.
- No se te olvide que dentro de una hora llegarán los tres postulantes mejor evaluados para el puesto, recomendados por Ty, así que no te hagas el loco con lo del baño y pórtate bien, ¿lo prometes?
- De acuerdo, pero será solo hasta que te convenzas de que no es necesario…
- O que tú entiendas que sí lo es, más de lo que crees.
¡Que molestia tener una sombra pegada a él día y noche! A los treinta años tener que ser vigilado por un gorila con mañas de institutriz… ¡Inconcebible! Aunque, tal vez, solo tal vez podría divertirse un poco embromando al personal.
¿Qué clase de comandos habría elegido Tyron para el puesto? Porque aquello de alguien que pudiera ejercer además las funciones de chofer y secretario… resultaba igual de creíble que las fábulas de ratones parlanchines que le contaba su nodriza de niño.
En honor a la verdad, sí se había metido en un par de líos en el último tiempo, pero, ¿quién no actuaría igual en su lugar? Si él no soportaba el encierro y las limitaciones, mucho menos criaturas nacidas para ser libres…
En fin, seguramente las niñas ya estarían esperándolo ansiosas y compartir con sus tesoros era capaz de relajarlo y distraerlo aunque hubiera pasado días en un espacio cerrado de dos metros por dos metros.
Tal como había pensado, las escuchó jugando, pero se habían quedado quietas, atentas y a la espera nada más acercarse a su habitación, viniéndose las tres encima en cuanto abrió la puerta.
- Chahna, Kala, Usha, ¡hora del baño!
Pese a que habían crecido mucho y que ya se le hacía difícil cargar a las tres a la vez para llevarlas al baño, más con aquella bota ortopédica, las tres competían por su atención y por quien conseguía besarlo más, por lo que todavía haría el esfuerzo, mientras pudiera, de no anteponer en nada a una ante las otras. Aunque aún eran unas bebés, cada una era celosa de su tiempo y su territorio, pero en especial de su dosis de mimos por parte de Dante. ¡Ni que alguna vez escatimara con ellos!
- ¿Señor?
- Adelante, Frank.
- Han llegado las personas que envió el general Curtis para el trabajo.
- Si no hay de otra, que pasen.
- Pero señor, es que…
- Es que nada, hombre. Las chicas han estado de lo más caprichosas hoy y aún no acabo de enjuagarlas.
- Bueno, si usted así lo manda…
El viejo Frank, tan apegado a las normas de etiqueta, seguro consideraba poco menos que un sacrilegio que atendiera a sus posibles empleados en… paños menores. ¿Y qué esperaba? Aquellas revoltosas no habían parado de jugar, ni aún dentro de la tina, empapándolo por completo. Por suerte había tenido el buen tino de envolverse la pierna en film plástico antes de dar el agua, o tal vez la venda enyesada que protegía aquella rígida bota ortopédica se estaría deshaciendo por el suelo.
Sin volverse para atender a quienes entraron al baño, continuó enjuagando a sus niñitas mientras los candidatos, a quienes profesionalmente no se les había escapado ni el menor comentario en razón de la dantesca escena, nunca mejor dicho, se presentaban.
- Mayor Stephen Leigh, cuerpo de Marines de Estados Unidos de Norteamérica, especialidad en aeronaves de combate y asalto, trabajando actualmente en la embajada Norteamericana en la India, señor.
- O… k…
- Capitán Hans Von Brand, ejercito de la República Alemana, especialidad en vehículos anfibios y terrestres, miembro de las fuerzas de paz en Irak, premiado por tres años seguidos como mejor francotirador de mi división, trabajando actualmente como jefe de operaciones del consulado, en la capital.
- Ajam…
- ¿De verdad necesita a alguien que le cuide el trasero para bañar unos gatos?
Los dos oficiales de rango superior se quedaron estupefactos, mientras él se daba la vuelta con una sonrisa radiante en los labios ante aquella voz insolente, absolutamente inesperada.
- Caballeros, temo que ha habido un error, están ustedes sobre calificados para el puesto, que como bien destaca la señorita aquí presente, es el de niñera glorificada. El general Curtis tiende a exagerar en asuntos de seguridad. Mis disculpas por el tiempo que les hicieron perder.
- No hay cuidado.
- Buenas tardes.
- Pfff…
A Flavia le iba a dar un soponcio triple cuando supiera que ella misma estaba a punto de ligarlo a una jovencita realmente guapa y con el carácter suficiente para burlarse de él delante de dos militares de rango superior al suyo, lo tenía más que claro tras ver toda su vida tantas barras y estrellas alrededor. Tal vez con ello dejara de estar queriendo soplarle la nariz cada dos por tres y metiéndose con sus… correrías.
- Señorita…
- Stewart, teniente Emily Stewart blá, blá, blá.
- Teniente… si es tan amable de darme unos minutos para vestirme apropiadamente, me gustaría que discutiéramos las responsabilidades del puesto, si así gusta.
- Pero usted dijo…
- Lo sé, pero pensé que su instinto maternal evitaría que considere poco decoroso dedicarse a las tareas de nana de un baña-gatos.
- Ya veremos.
Con gesto disgustado y paso firme, que hacía mecer de manera involuntariamente sensual sus caderas, la Teniente Stewart se dio media vuelta y lo dejó solo en el baño, debiendo contenerse para no estallar en sonoras carcajadas.