Yo no podía mirarlo, no de frente, cuando le hablaba observaba el vacio, cierto vacio que tenía coherencia con lo que decía.
No podía evitarlo, estaba muy cerca así que sonreí nerviosa - lo estaba - él me miró y notó el miedo; retrocedió y dijo: "Te pongo nerviocita".
No pude evitar la risa, mi rostro estaba ruborizándose y el ambiente no ayudaba. Tantos cuerpos, tanta emoción, tanta música, tanta droga y alcohol.
Decidí acercarme a su oído, pegué mis labios a él y dije suavemente: " No me asustas"
Vaciló por un momento pero luego se balanceó a mis labios, no fue correspondido, sentía que algo dentro de mi helaba, mi estómago quemaba y la música de The Strokes gritaba en mis oídos, lo alejé de mi y limpié mis labios de manera tosca; no quería que sucediera así, no con él.
Sebastian me miraba confundido, levantó mi cara y dijo: ME GUSTAS, desde que empezaste a bailar de esa manera sabía que tenías algo raro y único, no miento cuando digo esto, Maia eres excepcional, graciosa e inteligente.
Sólo me ha visto dos días y cree ya conocerme, lo peor de todo es que le gusta las cosas más efímeras de mi vida; Sebastian, ¿Qué dices? Acaso eres imbécil para gustarte.
Lo miré, ahora si directamente a los ojos, le dije: No me conoces y no trates de besarme otra vez, no busco agradarte, ni mucho menos gustarte, me gusta mi vida así -mentira- será mejor que busque a Dario.
Me fui a la otra habitación...