Introducción

455 26 2
                                    

Caminaba apresuradamente esquivando con torpeza a las personas que paseaban por la avenida. Se había dado cuenta minutos atrás de que, al parecer, era la única persona con prisa en aquella amplia calle. Cruzó mirando de un lado a otro cuando el semáforo se puso en ámbar con cuidado de no quedar bajo un coche cualquiera. Agarró la maleta y la puso contra su pecho cubierto con aquel abrigo blanco tan gordo que incluso empezaba a darle calor. Era inexplicable el frío que hacía en pleno octubre, era tanto, que incluso habían empezado a agrietarse las yemas de sus dedos. Ya había caído la noche y la estación de tren comenzó a entrar en su campo de visión animándola a continuar. Nada más llegar se desplazó a una ventanilla para sacar un billete. La cola constaba de tres personas por lo que no pensó que su espera fuera a ser muy larga hasta que se situó detrás del tercer hombre que completaba la fila y escuchó la conversación de la mujer que estaba delante de todo con la otra mujer que la atendía. Llevaba tres meses en Francia por lo que aún no dominaba del todo el francés. Todo lo que pudo entender fue que la mujer se había confundido de estación y su tren no llegaría hasta mañana por la mañana pero ella seguía queriendo un billete para a Limoges para llegar mañana por la mañana por motivo de una boda...o tal vez un bautizo. Alice bufó y comenzó a mover los pies nerviosamente, no iba a llegar a tiempo. Cuando la mujer decidió dejar de pelearse con la pobre mujer rubia que atendía tras la ventanilla, la fila pudo por fin avanzar dejando a Alice en tercer puesto. No se había percatado de que ya había tres personas más detrás de ella por lo que dejó la bolsa morada en el suelo y miró la hora en los relojes de la estación.
Las 11:45 p.m.
Su tren salía a las doce.
El hombre que había sido atendido por la mujer de mediana edad rubia ya se estaba yendo por lo que un brote de alivio surgió en el interior de la muchacha. El hombre que estaba delante suya acabó en dos minutos dándole tiempo de sobra.

- Perdone, ¿habla usted inglés? - la mujer con expresión cansada y aburrida asintió. - Bien...quería preguntarle - Alice sacó el billete del bolsillo interior de su abrigo - ¿los asientos son designados ya en el billete o son totalmente aleatorios?

- Vagón siete, asiento veinte. - mascó ruidosamente su chicle, tragó saliva y gritó. - ¡siguiente!

Alice salió con expresión confusa de la fila dirigiéndose a los andenes. No conseguía entender porqué la mujer había sido tan grosera. Llegó al andén situado justo al lado de la vía donde iba a parar su tren con destino París. Hizo algo de tiempo andando de un extremo a otro pero pronto lo pudo divisar. Tan rápido como el tren frenó comenzó a buscar con ansia su vagón. Siempre se ponía nerviosa subiendo en el transporte público y era algo que odiaba. Mantuvo su maleta muy cerca de a torso y entró en su vagón. Había demasiada gente incluso para ser de noche, así que apenas pudo buscar por su asiento. Anduvo sin rumbo hasta que dio con el asiento veinte. Sonrío y se sentó exhausta después de colocar su maleta encima de su asiento. Frotó sus manos entre si tratando de calentárselas algo. En el asiento contiguo al suyo no había nadie sentado, algo que le pareció extraño debido a que el vagón estaba medio lleno, tan sólo faltaba ese sitio. No le dio demasiada importancia. El tren recién había empezado a moverse por lo que decidió entretenerse cogiendo el teléfono del bolsillo interior de su amado abrigo blanco y pudo leer todos los mensajes de su amigo francés Gwendal.

- ¿Has llegado bien?
- ¿Has tenido algún problema llegando a la estación?
- Ya sabes que si te pierdes, te guiaré y luego me reiré de ti.
- Pero en serio, dime si te has perdido.
- Con suerte ya estarás en el tren.
- Mándame algún mensaje tan pronto hayas subido y hayas leído estos mensajes, por favor.

Esos eran algunos de los miles de mensajes que Gwen le había dejado. Sonrío inconscientemente negando con la cabeza. Respondió diciendo que se encontraba bien, que no se había perdido y que estaba rumbo a la ciudad de la luz. Dejó su móvil en el interior del bolsillo de su abrigo que se sacó y dejó en el asiento vacío. Se recolocó la fina camiseta con mangas negras que le había regalado Gwen en su 18 cumpleaños y decidió dormir un rato hasta que empezó a escuchar susurros de las dos jóvenes sentadas detrás de ella. Extrañamente también hablaban su lengua materna.

lost; jerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora