un nosotros

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Hola, sí tú, tú sabes que te hablo a ti. No sé qué te dijeron, pero quizá sean mentiras, quizá sean mentiras que tú misma te contaste. ¿Estás segura de que se trata de mí? Bueno y si así fuera, y si hubieran sido ciertas y le agregáramos que además de eso, me puse a cocinar fetos y los di de comer en la cena de navidad mientras brindábamos. Disfrazando su sabor con canela y albahaca.

                Y si además de eso, le colgáramos a mis antecedentes morales la pedofilia con niñas de cuatro años, o la zoofilia con cachorritos básicamente recién nacidos, porque me gusta sodomizar a las niñas. ¿Qué pasaría?

                Sí, lo sé, dirías que soy un puto asco y una mala persona (quizá con más maldiciones y un lenguaje más vulgar que el entendible en la palabra “puto”). Pero asumámoslo, en primera no lo hice, en segunda, quién no es una mala persona. Por eso mismo, ¿quién eres tú para juzgarme? ¿Qué con rezarle a Dios, al diablo, y la divina providencia de los esclavos paganos, a Loki, a Baphomet, o Quetzalcóatl; qué si le rezo al espejo, a una foto, o a un libro? Si no le tuviera miedo a las agujas o las navajas te mostraría que mi sangre es tan roja como la tuya; pero te puedo mostrar mis mocos y mi sudor, hasta las cursis lágrimas; mi mierda huele a mierda igual que la tuya, y no a rosas.

                ¿Qué?, ¿te asusta mi lenguaje? Lo siento, no quería ser agresivo. También puedo ser lindo. Desearte un bonito día, unas excelentes lunas, y pedir una indulgencia a tu Karma (si es que existe). También te puedo llenar de besos, y caricias por horas, de miradas, de sensaciones, de pieles erizadas, del frío contacto de mi respiración en una línea de saliva que recorra tu cuello y termine en mis labios juntos y tronados. Igual te puedo llenar de ilusiones, de viajes, de castillos, de risas; te puedo llenar de mis experiencias y de mis errores, de las personas que fui mientras fui yo mismo, de la persona que soy, mientras dejé de ser. Te puedo llenar de aventuras, de compañía, de música tranquila, y una vida placentera mientras intentamos sobrevivirla; te puedo compartir de mi sinceridad, de mis ganas de ser mejor, de mis logros, mientras me compartes de los tuyos, de apoyarte, porque sé remar, y nadar, y si es necesario, ahogarme contigo, pero no dejarte sola; y te prometo estar ahí cuando me necesites, no siempre cuando me quieras.

                Te puedo llenar de tantas cosas, porque soy humano, agraciada o desgraciadamente, de velos y desvelos, de descubrirte cosas que ni tú sabías que tendrías, de las mejores, y de las peores cosas que tú misma puedes ser. Y algo sí te puedo asegurar: te aceptaré, te lo prometo, aunque seamos tan diferentes como la cal y la harina. Porque sé, que al igual que yo. Eres humana, eres perfectible. Eres tú, y yo soy yo. Solo falta que seamos. Solo falta que te encuentre, aunque estés tirada en el piso, como diría Cortázar: “Si te caes te levanto, y si no, me acuesto contigo”. ¿Dónde estás?

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