Capítulo uno

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Lucía
La señora González me mira sonriendo.
-¿Qué?- le espeto incrédula.
-Cariño, lo siento mucho, sé que te encanta este lugar y que no necesitas ningún cambio en tu vida, pero, no nos queda otra opción. Han decidido que trabajaré mejor allí, y yo no puedo quejarme, perdería mi puesto.-explica.
-¿Cuándo nos vamos?
-Mañana. Siento no habértelo dicho antes pero me lo acaban de comunicar.
Suspiro profundamente y cierro los ojos. Nunca pensé que tendría que irme del aquí, siempre me imaginé mi futuro estudiando en la universidad del pueblo de al lado, y encontrando trabajo como profesora en la escuela municipal. Me casaría con Tom y tendríamos hijos. Seríamos muy felices y yo olvidaría todo mi dolor y podría...¿Qué?¿Prodría qué? ¿En qué estaba pensando? Yo jamás podría tener una vida normal. Y cuando digo jamás es jamás. Igual cambiar de aires es lo que realmente necesito. Igual alejarme de todo esto es lo que realmente me conviene.
-Está bien. Voy a hacer las maletas. Hasta mañana, Mel.-me despido.
-Hasta mañana. Que duermas bien, cielo.-susurra dulcemente.
Subo corriendo a mi habitación y en cuanto llego saco la gran maleta que me regaló Mel por mi cumpleaños. Mel es mi persona favorita en el mundo entero. Sé que suena muy cursi, pero es verdad. Me adoptó cuando yo tenía ocho años, y la verdad, me alegro de que lo hiciera. Por lo que me contaron, mis padres biológicos me dieron en adopción cuando tenía un par de meses porque no tenían suficiente dinero para cuidarme. Al menos eso dice Mel. En mi opinión, eras unos putos vagos a los que les daba pereza criar a una niña. Seguramente, él se olvidó de ponerse el condón y a ella no le apeteció abortar, puede que por falta de recursos o porque simplemente no quiso.
Estuve viviendo en diferentes casas de acogida hasta que Melisa me encontró. Siempre me echaban de un sitio o de otro porque, según ellos, necesitaba un cambio de aires porque estaba muy triste. Ya, claro, y pretenden que me lo crea. Seguramente no querían en sus centros a una niña tan triste y fría para que el inspector no les pusiera una multa por prestarnos poca atención. Pero, ¿qué quería que hiciera? ¿Ponerme a dar saltos de alegría porque mis padres no me quisieran? Pues no. Probablemente, si alguno de ellos hubiera pasado por una situación similar, lo entenderían. Pero como todos los que trabajan allí tenían una vida jodidamente perfecta, no nos entendían a ninguno.
Resumiendo, mi vida fue pura mierda hasta que Mel vino a la que, en aquel tiempo, era mi casa de acogida. Por aquella época, ella era un afable cincuentona que estaba desesperada por adoptar a una niñita para no pasarse el resto de su vida sola ya que no estaba casada. Por algún extraño motivo, la combinación de mis dientes torcidos, mis dos trenzas y el peto que siempre llevaba puesto, le resultó adorable.
-¿¡Qué tal llevas lo de hacer la maleta!?-grita Mel desde abajo.
-¡Estoy en ello!-respondo.
Cojo toda mi ropa y la doblo cuidadosamente en pequeños montones. Cuando termino de organizarla la meto en la maleta. Con tan solo mi ropa, ya la lleno. Suspiro derrotada y busco mi otra maleta, la que me regaló Tom por mi cumple...¡Tom! ¡Aún no le he dicho que me marcho!
Bajo atropelladamente las escaleras y recojo mi chaqueta favorita de la mesa de la cocina para ponérmela.
-¡Mel! ¡Voy a salir un momento! ¡Vuelvo enseguida!-la aviso a gritos ya desde la puerta.
-¡Vale! ¡No tardes mucho!- me contesta, también a gritos.
Salgo por la puerta y corro hasta la casa de Tom, que está a tan solo una cuatro calles de la mía. En cuanto llego, me esfuerzo por recuperar el aliento antes de picar al timbre.
-¿Lucía? ¡Cuanto tiempo sin verte!- me saluda el hermano mayor de Tom, Marcos. Él y yo salimos durante un tiempo, así fue como conocí a Tom.
-Sí, mucho. Eh, Marcos, ¿puedes decirle a Tom que salga? Necesito hablar con él.
Él asiente y vuelve a entrar de nuevo a la casa dejando la puerta abierta.
-¿Lu? ¿Qué pasa? ¿De qué quieres hablar?- pregunta preocupado.
-Ven, salgamos al jardín.
Le cojo de la mano y le arrastro hacia el inmenso jardín. Le miro a los ojos y le coloco mis manos en sus mejillas, acercándolo más a mí. Él pone sus manos en mis caderas y vuelve a preguntar:
-¿De que querías hablar?
Le acaricio suavemente los pómulos de las mejillas con los pulgares, trazando pequeños círculos para que se tome mejor la noticia.
-Me mudo a Rirstown mañana.- le digo mirándolo fijamente a los ojos.
Él se ríe contra mi boca y me da un beso en la comisura de los labios.
-Basta de bromas, Lu. Hoy no estoy de humor.
-Cariño, no estoy de broma. Me voy mañana. Han trasladado a Melisa y mañana ya tiene que estar allí.-le digo.-No puedo hacer nada.
En ese momento, el para de reir y me mira fijamente.
-¿Qué? No, no puedes irte. No puedes dejarme aquí solo. Sabes que sin ti no soy nada.
Uno mis labios a los suyos en un tímido beso para calmarle.
-No pasa nada, superaremos esto. Es solo una prueba más en nuestra relación.
Él une su frente a la mía y unas cuantas lágrimas descienden por mis mejillas.
-Te voy a echar tantísimo de menos.-suspiro.
-No llores, por lo que más quieras. -murmura quitándome las lágrimas con las yemas de sus dedos.
En los libros suelen decir que cuando una persona está enamorada, cada que esa persona le toca siente mariposas en el estómago. Eso es una mentira muy grande. Estoy enamorada de Tom, pero cuando me toca o me mira ni tiemblo ni siento mariposas bailando por mi pecho. Seguramente pensaréis que entonces no estoy realmente enamorada de él. Pero es mentira. He amado a otro hombre antes de amarle a él, y tampoco sentí nunca las jodidas mariposas. Es por eso por lo que he llegado a la conclusión de que eso de las mariposas es una tontería que inventan en los libros para que la historia resulte más interesante.
Miro al que considero el hombre de mis sueños y vuelvo a besarle, esta vez más fuertemente. Él muerde mi labio inferior, y yo suelto un gemido que él aprovecha para abrirle paso a su lengua en mi boca buscando la mía con desesperación. Mis manos se meten por dentro de su camiseta recoriendo sus definidos abdominales y él suspira.
De repente me doy cuenta de que estamos en un jardín y todo el vecindario nos puede ver y me aparto de Tom con las mejillas emcendidas.
Él arropa mis mejillas con sus manos y yo coloco las mías encima de las suyas entrelazando nuestros dedos.
-Debes llamarme todos los días.-suplica y une nuestras frentes.
-Lo haré.-prometo.
Cierro los ojos y ambos nos quedamos unos minutos en silencio, disfrutando de la compañía del otro.
-Tengo que irme. No he acabado de hacer las maletas.-susurro.
Él asiente y se separa de mí con sumo cuidado.
-Por la mañana iré a verte antes de que te marches.-se despide.
Yo asiento y me marcho a casa en silencio. Cuando a penas he dado un par de pasos, unos brazos rodean mi cintura y la voz de Tom me susurra en el oído:
-Te quiero.
Yo me giro y le doy un casto beso en los labios
-Yo también te quiero.-respondo.

Miro por la ventanilla del coche y bostezo agotada. El camión de la mudanza vino hoy de madrugada y Mel y yo tuvimos que despertarnos para meter todo en el camión. Un hombre grande y fuerte metió casi todo lo que teníamos en la casa excepto los muebles más grandes y nosotras metimos las cajas llenas de libros, cubiertos, manteles, cuadros y demás. Cuando el camión por fin se fue, eran las tres de la mañana y las cuatro debíamos marchar así que nos quedamos despiertas hasta esa hora.
Tom vino a despedirme como prometió. La verdad es que no creo que le vaya a echar mucho de menos. Es decir, le quiero y eso, pero seguramente me olvide de él a los dos meses. Hemos decidido no romper nuestra relación, pero estoy segura de que a distancia no funcionará.
Llevamos ya tres horas y cuarenta cinco minutos de viaje, es decir, son las ocho menos cuarto. Melisa tiene que estar en su nueva oficina a las ocho en punto y asegura que llegaremos en par de minutos. Dice que me dejará en la nueva casa y que luego ella irá a trabajar. A y media yo empiezo las clases en el nuevo instituto.
Estoy un poco nerviosa, es demasiado cambio en muy poco tiempo. Es decir, ayer estaba allí, hoy empiezo las clases aquí. Pero bueno, no me puedo quejar, si hubiéramos ido otro

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2015 ⏰

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