Siempre pensé que no tener amigos era un castigo por no estar ahí para la gente cunado me necesitaba.
Siempre pensé que nadie nunca me querría jamás, y es que ¿ quién querría a una chica sola sin amigos?
[...]
Un día más en mi vida, Alice Miller.
El maldito despertador sonaba una y otra vez sin parar, tanto que acabé por hartarme, llevaba despierta casi toda la noche. Siempre era lo mismo, la misma rutina de siempre.
Iba al instituto, ponía música en mi móvil y hacía como que prestaba atención a la clase que me tocase en esos momentos para luego en casa estudiar cualquier cosa que estuviese en mi libro.
Mi vida se resumía en escuchar música y soportar a mi padre en los momentos que estaba en casa que tampoco eran muchos, solo que se me hacían eternos. Me culpa por nacer y haber acabado con mi madre, antes de nacer yo, mi madre fue diagnosticada de cáncer y o me salvaba yo o se salvaba ella y mi madre dijo que siempre quiso verme nacer y que lo iba a hacer aunque eso significara morir después. Yo nací en California y mi padre prefirió mudarse a Los Ángeles conmigo porque allí todo le recordaba a mi madre, él pensaba que era mi culpa, que yo maté a mi madre y terminé por creérmelo.
Cuando mis amigos iban a casa él me gritaba y decía que había matado a mi madre por lo que ellos se espantaban y se fueron alejando de mi hasta dejarme sola y sola estoy.
Los fines de semana acudía a un parque cerca de mi casa y pasaba allí el día, dibujando en mi cuaderno algunos pájaros que se posaban en los árboles o alguna pareja que estaba en mi punto de visión.
Me apasionaba dibujar, no me dejaba pensar en las cosas que me atormentaban y me hacía concentrarme en que el dibujo quedase bonito.
No voy a negar que me fue difícil pasar mi vida sin madre, la había necesitado mucho. La primera vez que me vino el periodo, recuerdo lo difícil que me resultaba ponerme aquella cosa que evitaba que manchase. Pero pude con ello, pude superar lo que me costaba y conseguí hacer lo que mi madre siempre quiso que hiciera, que fuera feliz, pero eso lo contaré más adelante.
[...]
- Señorita Miller - me llamó el profesor - ¿ me puede decir qué acabo de decir? - había estado tan ocupada dibujando el gran árbol del colegio que no me había enterado de una sola palabra que aquel viejo había pronunciado.
- Eh... No lo sé , lo siento. No le estaba prestando atención - contesté avergonzada con un leve sonrojo y bajo la atenta mirada de todos mis compañeros.
- Por ésta vez se lo voy a pasar, pero espero que no vuelva a suceder. - asentí y dejé lo que estaba haciendo para atender a la clase, no quería buscarme un castigo a éstas alturas de mi último curso.
Pequeñas risitas se oían a mi alrededor, claro, es tan divertido cuando a la chica solitaria le llaman la atención que nadie podía contenerse la risa y menos ellas, las populares del instituto.
Esas chicas se habían encargado de sacar a la luz un rumor falso, habían dicho que yo maté a mi madre, que lo del cáncer solo fue una tapadera para no entrar a la cárcel o mejor dicho, al centro de menores.
¿ Quién podría tener tan poco corazón?
Ignoré aquellas risas y miré el papel que tenía en la mesa mientras recordaba las palabras que había leído en un libro que me gustó mucho:
' Quiérete, eres la única persona que estará contigo toda la vida'
Nunca se me ha dado bien enfrentar las cosas, hacer frente a las situaciones sin salir corriendo, no he sabido con certeza cómo manejar mi vida y mucho menos cómo quererme, aceptarme, cómo hacer las paces conmigo misma y convertirme en mi mitad. Irónico hoy es ir en mi propia contra, ponerme una y otra vez mil escusas para cerrar los ojos y no enfrentarme a todos y a cada uno de mis fantasmas, es de locos...