Era martes por la mañana, Magnus se vio en la necesidad de ir al Dumort a encontrarse con Raphael Santiago, este le había pedido una consulta y sonaba alarmado al teléfono, la alarma sutil que proyectaba el vampiro y que ponía a Magnus nervioso. Magnus no estaba de buen humor por estar ahí. No era que Raphael no le cayera particularmente bien, era realmente que el hotel Dumort siempre deprimente para su gusto, sin mencionar las muy particulares malas vibras que caracterizaban a los hijos de la noche, llenaban su día de oscuridad, literalmente.
―Entonces ─pregunto Raphael─. ¿Qué piensas, Magnus?
─Pienso que no era necesario hacerme venir ―el brujo estaba sacudiendo sus dedos como si tuviera polvo en ellos sin mucho interés.
─ ¿No crees que un vampiro rebelde sea suficientemente importante?
─No dije eso, dije que pienso que no era necesario hacerme venir –reafirmo el brujo.
─Es cierto –dijo secamente Raphael―. Debí haberme colocado bloqueador y salir a buscarte en este bello día soleado.
Ambos se miraron fijamente, finalmente Magnus hablo.
─Hare unas llamadas e intentare encontrar a tu vampiro con ayuda de las hadas, llegada la noche, tú te encargas.
─ ¿Cuánto me va a costar?
─Ponlo en la lista de "Favores por pagar al Magnifico Bane".
─Tenía una lista así, pero la extravié.
─Oh, querido niño, no te preocupes, tengo un respaldo fielmente guardado en mi cabeza.
─Sí, claro que si –dijo el líder de los vampiros―. Te lo encargo entonces, no quisiera a los Nephilim involucrados.
Los Nephilim no son todos muy malos. Pensó.
De hecho, Magnus había tenido un par de citas con uno de ellos y definitivamente le gustaba cada vez más pensar en los Nephilim. Sobre todo, pensar en un particular Nephilim muy atractivo.─ ¿De qué te ríes? ─pregunto Raphael extrañado al ver el rostro del brujo.
Magnus fue despertado abruptamente de los pensamientos que lo habían alejado de Raphael, del vampiro rebelde, del desagradable hotel Dumort y lo habían llevado directamente a los hermosos ojos azules de Alexander Lightwood.
Aclaró su garganta.
─De nada, te llamare en cuanto sepa algo, porque para eso pueden ser muy útiles los teléfonos móviles.
Raphael se dio media vuelta y se alejó sin decir una palabra e ignorando el sarcasmo del brujo.Magnus se dirigió hacia la salida después de la reafirmación a su no necesaria presencia en el Dumort.
Salió del hotel y agradeció de inmediato el aire fresco, y sin intención de ofender a los vampiros, los rayos del sol en su piel. Estaba pensando en cuál sería la mejor manera de volver a casa y que fuera con su actual estado de ánimo. Su celular sonó. Había visto a Alec un par de veces, pero solo los viernes por la noche, así que descarto la idea de inmediato, Alec nunca lo había llamado. Así que probablemente era una llamada de negocios. Contesto sin mirar la pantalla.
─ ¿QUIÉN LLAMA AL GRAN BRUJO?
─Hm... Magnus, lo siento, soy Alec, pero noto que estas ocupado, te llamare después.
─Oh no, no Alec, no cuelgues, está bien, no estoy para nada ocupado, solo no pensé que fueras tú.
─Sí, lo imagino –Alec tenía muy presente el hecho de que era la primera vez que lo llamaba―. ¿Te molesta que llame? Es decir...

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Una cita como muchas
FanfictionLlamadas incomodas, malas películas y enfrentamientos con vampiros, un excelente día para reforzar sus sentimientos.