Y todo cambió.

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Nadie me dijo que ser adolescente fuera fácil para mí, ni tampoco para mi padre.

Siempre pensé que al tener a mi madre lejos, tendría la excusa perfecta para ser una víctima aferrada a ello, pero no...

El 31 de Octubre del 2014 todo cambió.

Cabe decir que yo hacía justo un año en el que había conocido a un chico, el cual me traía de cabeza. Me gustaba todo de él. Su olor, su sonrisa, e incluso lo idiota que era conmigo.

Justo el día antes había estado con él, aunque tengo que decir que nuestra relación había terminado cinco meses atrás. Yo estaba que no cabía en mí de felicidad. Sus besos, sus caricias, sus abrazos, esa mirada... Me encantaba todo de él y sí, enamorada hasta las trancas.

No pensé que mi manera de ver la vida cambiaría sin más.

Al día siguiente tuve una pequeña discusión con mi padre, y me castigó. Pero yo, incrédula de mí, creyéndome superior a él y a todo el que me rodeaba, me negué al castigo, por lo tanto decidí encararme a mi padre y decirle que no iba a cumplir el castigo, ya que era halloween, provocó una fuerte discusión entre ambos. Lo que causó que mi padre se hartara y por primera vez, me echara de casa.

Quedaban menos de tres meses para ser mayor de edad, por lo tanto lo acepté y me fui. Me apoyé en mis amigas. Ellas me suministraron comida, casa y algo de dinero durante dos días, ya que mi padre me buscó porque no vio que esa decisión fuera la correcta.

Hablamos y solucionamos la situación. Volví a casa e intentamos llevar una vida sana y de buen humor entre ambos. Tanto para él, como para mí, como para su mujer y mis hermanos.

Mi vida siguió yendo sobre ruedas, yo salía, iba, venía.

Realmente me sentía feliz, plena de volver a casa, pero insatisfecha e inconformista como yo sola, siempre quería más y más. Nada me llenaba, seguía portándome mal y haciendo de las mías.

Pero siempre deseando que llegara el 22 de Enero para mis dieciocho años...






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