Donnoban Rismel estaba realmente preocupado. El día de hoy se hacía probablemente una de las reuniones más importantes de la historia; de ella dependía su victoria sobre ellos. Últimamente era la manera más usual de llamarlos, ya que el término "alien" sonaba a ciencia ficción. No podía creer que ese hecho estuviera ocurriendo ¡ Una verdadera invasión alienígena !
Cinco días atrás, 3 de las ciudades más pobladas del mundo habían desaparecido en un instante. Todo el globo había entrado en pánico. Finalmente, ayer había aparecido un holograma, una imagen proyectada sobre el cielo, de uno de ellos ¡ Era lo más horripilante que hubiera visto ! Donnoban se había tenido que contener para no vomitar. Ese ser dio un discurso sobre que si se rendían incondicionalmente, prometían no hacerles daño. Él no había creído ni una sola palabra. Entre sus exigencias pedía que fuera destruida toda su flota, dejándolos completamente indefensos. Pero ¿ que otra opción tenían ?
La reunión empezó y los pensamientos de Donnoban fueron interrumpidos. Él era el ministro de seguridad, tenía un alto cargo de responsabilidad allí. La junta estaba liderada por el Ciudadano. Además, estaban algunos de los personajes más importantes del mundo. Por ejemplo, el gran mariscal de campo, el jefe de investigación del departamento de tecnología y logística, ect.
El que comenzó hablando fue el último nombrado. Básicamente, dijo que no tenían posibilidad de ganar. Ellos utilizaban una ciencia mucho más avanzada. Ya el hecho de que pudieran hablar su lengua mostraba que tenían un complejo aparato que se los permitiese.
Luego, llegó el turno del Mariscal. Éste no era un militar más. Tenía una gran experiencia en combate, pero además era muy astuto, y su uso de la palabra era notable. Donnoban lo admiraba. Lo que él explico era que no podían rendirse. Si lo hacían, serían dominados a simples esclavos. Eso ya había ocurrido en su misma historia reiteradas veces. Claro, no podían estar seguros de que ellos pensaran de la misma manera, pero era un gran riesgo.
Finalmente, tomó la palabra un funcionario menor. Dijo que la única opción era rendirse. Incluso si mentía, terminarían destruyéndolos de cualquier manera. Llegados a ese punto, había una gran conmoción en la mesa. Todos estaban muy preocupados.
En ese momento, entró un hombre que él no conocía. Estaba muy pálido, y tenía síntomas de haber llegado ahí corriendo.
" Dos ciudades más han sido destruidas. Dos capitales. No ha habido un solo sobreviviente" gritó. Si ya estaba agitada, la sala entro en caos. Ni él primer Ciudadano pudo frenar esa situación. Entonces, el proyector que estaba sobre la mesa se prendió sin interacción alguna de nadie. Un haz de luz salió de él. Era uno de ellos.
" Que ser más despreciable" pensó Donnoban. No habían tenido inconveniente en matar a casi un cuarto de la población mundial en solo unos días para cumplir sus objetivos. No podía concebir que algo así fuera un ser racional. Y allí estaba, con sus dos ojos, uno pegado al lado del otros; con ese agujero rodeado por dos protuberancias, el cual se movía cuando hablaba y con esas cosas que parecían raíces, las cuales brotaban de su cabeza. "Ríndanse, marcianos. Ya no tienen escapatoria" Manifestó, con un acento neutro.
Y Donnoban, sin ser capaz de resistirse, y aún sabiendo que no era escuchado, gritó. "Nunca, terrícolas"
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Los invasores
Science Fiction¿ Qué se debe hacer cuando el planeta entra en un estado de emergencia ? Breve relato sobre un ataque alienígena.