Memorias marchitas

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Lo veo tendido en la cama del hospital, parece agitado como si algo le preocupara. Sostengo su mano y le doy un ligero apretón para tranquilizar su sueño de una u otra manera; me aventuro a besar su frente, mis labios apenas rosan su bronceada piel pero aun así soy capaz de sentir el fuerte aleteo de las mariposas en mi estómago. Mis dedos delinean su mejilla, inmortalizando ese hermoso rostro en mi memoria. Una memoria que está condenada a recordar todo con lujo de detalles, como si se tratase de una cinta que se reproduce una y otra vez en mi cabeza. Torturándome... siempre torturándome.

La gente dice que la mente es subjetiva, que uno puede decidir qué olvidar y qué no; pero eso no se aplica a mí. Soy una criatura que está condenada a recordarlo todo. Absolutamente todo. Soy una criatura que le da paz a la mente de las personas, pero que no puede acallar el bullicio que se reproduce dentro de la suya.

Las personas deben olvidar algunas cosas para darle lugar a otras nuevas. Y yo soy la encargada de hacer que olviden. Nací con un extraño 'don' que me condena a absorber los recuerdos de las personas para poder mantener mi cordura. Vivo entre las penumbras, moviéndome entre los humanos como una invisible corriente de viento... como un fantasma.

Cada vez que alguien olvida algo que vivió, o cuando los recuerdos se hace tan tenues que ya no vale la pena esforzarse por recordar, quiere decir que yo he estado ahí. Tengo el poder de resetear por completo la memoria de los demás, pero rara vez lo hago, no solo porque necesito mucha concentración para hacerlo, sino que no estoy muy dispuesta a utilizar mi poder en darle completa paz a los débiles seres que habitan este mundo. Lo que usualmente hago es tomar ciertos recuerdos y dejarlos tan difusos que la gente normalmente olvida que vivió eso.

Nunca amé mi don, ¿quién quiere estar condenado a vivir eternamente, reseteando mentes y absorbiendo recuerdos que jamás podrá olvidar? Yo no, nunca quise este poder... nunca, hasta este momento.

Acaricio nuevamente la frente de mi amado, y me duele pensar que estoy a minutos de borrarme de la mente del único hombre que he amado. No seré un recuerdo difuso en su memoria, me desapareceré por completo de sus recuerdos; sustraeré todos nuestros momentos juntos, y haré que me olvide para siempre. Así no podré lastimarlo nunca más.

-Mi querido, Chris -susurro, colocando ambas manos en su frente. Él frunce el ceño ante la temperatura de mis manos-. Tranquilo, amor mío, pronto te habrás librado de mí y mis recuerdos... y podrás continuar con tus días como si yo nunca no me hubiese cruzado en tu camino.

Trago mis ganas de llorar y me concentro en evocar aquellos momentos que deseo erradicar. Una lágrima furtiva logra escapar de entre mis ojos cerrados, pero decido ignorarla y me concentro en mi objetivo; salvarle la vida a Christopher... Navego entre los recuerdos de mi eterno enamorado, experimentando lo que él sintió en cada momento de su vida, sintiéndome como si fuera él.

Entre sus memorias logro pescar aquel hermoso momento en que nos conocimos. Me veo sentada en una banca, tomando pequeños sorbos de mi café, envuelta en mi lectura. Llevo ese horrendo suéter gris que me queda varias tallas más grandes y tiene el dibujo de un gran gato blanco en el centro, mis botines a juego y un par de pantalones entallados. Pero por alguna extraña razón él me mira y es incapaz de alejar la vista de mí. Le parezco frágil, y dentro de él explota la absurda urgencia de protegerme, así que se acerca hasta donde estoy.

-Hola -murmura, cuando está frente a mí.

Recuerdo que su voz casi nasal me exasperó en sobre manera al interrumpir mi lectura en el mejor momento. Levanto la mirada hacia él, mi ceño se frunce y mis labios hacen una mueca de desagrado... y él piensa que luzco endemoniadamente adorable.

- ¿Qué quieres? -gruño.

- ¿Esperas a alguien?

-Eso no sería de incumbencia -respondo, volviendo a mi lectura en un claro ademán demostrando que no me interesa hablar con él, pero para mí desgracia, él es persistente.

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