Un Corazón Despierto

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En un mundo y un universo muy lejano al nuestro, había un instituto de aprendizaje para menores de edad. Ahí había una niña, pequeña, de no más de once años pero muy atenta escuchando lo que el maestro decía.
Llevaba ese curso hacía más de dos semanas y aún le sorprendía cada frase de aquel viejo maestro. El curso era Historia Universal. La había dejado atónita lo que el maestro había dicho el primer día del curso, que había un solo planeta que no tenía ni idea de la existencia de ellos, ni de todo lo que abarcaba la palabra "universo". Llamaban "historia universal" a la historia de su pequeño planeta. En esas dos semanas habían estudiado principalmente a ese planeta: La Tierra, comenzando por los planetas más corrompidos.
La tierra. Un hermoso planeta lleno de vida, variedad de especies, hermoso por donde se lo viera. Amplios paisajes, grandes océanos que bullían vida, un sol radiante iluminando cada día y una bella luna alumbrando cada noche. «Era sin duda - había dicho el maestro - el planeta más magnífico que alguna vez hubiera visto».
El viejo maestro ya había viajado mucho con sus trescientos sesenta y ocho años. No era muy viejo aún, pero los largos viajes, distintos planetas y atmósferas lo habían desgastado llevandole así el sobrenombre de "Viejo Maestro".
La niña, Amatis, gustaba mucho de las historias del maestro y siempre le pedía que le contase más. Así, con las clases y las anécdotas del Viejo Maestro había aprendido mucho acerca de La Tierra que era el planeta que más le gustaba. Aunque aún no tenía edad suficiente para hacer viajes universales, soñaba con algún día viajar a la tierra y ver aquel planeta que alguna vez había sido hermoso y ahora se encontraba destruido.
El planeta de Amatis, por lo que ella sabía, era uno de los planetas mejor conservados. Su evolución había sido más lenta, por lo que alguna vez habían llamado a La Tierra y a sus habitantes, los Seres Humanos, sus Hermanos Mayores. La Tierra evolucionó muy rápido y ellos, deteniéndose a observar, pudieron ser testigos de como esta iba en decadencia. Poco a poco fueron destruyendo el mundo al que habían querido tanto. Los paisajes, eran ahora paisajes muertos. Los inmensos océanos, contaminados, y las criaturas que allí vivían tenían que sufrir a causa del egoísmo de una gran parte de los Seres Humanos. Mientras la tierra era explotada para que algunos pudieran mantener sus estómagos llenos con más capacidad de la que podían y para que compraran las prendas y demás objetos caros, otros muchos pasaban hambre...sin abrigo y muriendo de sed.
Animales desterrados, muriendo, en extinción y sin protección.
Los Seres Humanos comenzaron a destruir su propio hogar.
El planeta de Amatis al ver lo ocurrido en La Tierra tomó otro camino. Cada uno de sus habitantes era consciente y cuidaba su hogar; este era muy parecido a La Tierra, pero no se le igualaba.
Prosperaron.
A Amatis le gustaba mucho ir todos los días a un lugar especial para ella. Apartado, en un lugar casi secreto se encontraba el corazón del planeta de Amatis, era lo más parecido a La Tierra. Ahí se sentaba a orillas de un lago, entre los árboles y las aves y dibujaba el esplendor del atardecer viendo en el cielo, muy lejos, una pequeña estrella que aún brillaba y aunque la gran mayoría de su gente ya no guardaba esperanzas para La Tierra, ella en su tierno corazón de niña, aún abrigaba esperanzas para sus Hermanos Mayores.
Estaba segura que en algún lugar allí, había alguien luchando, consciente y arremetiendo contra todo para salvar un gran tesoro aún existente: el milagro de la vida.

El Planeta de AmatisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora