Le encantaba pasar el dedo por el lomo de los libros, sentir sus historias en las yemas. Sacar la ficha de registro e ir mirando, una por una, todas las personas que lo habían leído, y después añadir su nombre, intentando destacarlo de alguna forma: Leia Gil. Nunca había sido muy aceptada en el colegio, sus gustos y su forma de pensar eran diferentes. A ella le parecía una tontería todos aquellos líos de sus compañeros, si un día "salían" con alguien y al siguiente con otro, el admirar a una persona por ser el más rebelde... Tenía fama de "rarita".
Una tarde, estudiando en su habitación, escuchó una canción tocada al violínn, como si alguien llorara a través de las cuerdas. El sentimiento contenido en aquellas notas le inundó. Miró por la ventana intentando averiguar de donde venía, sus ojos toparon con la figura a contraluz de una persona dibujada en una cortina. "¡Chico!", una voz interrumpió la música.
Durante varios días la melodía estuvo resonando en su cabeza. Como cada semana, fue a elegir su libro de lectura. No tenía problema, pues sus gustos literarios no eran muy comunes. Siguiendo su costumbre, miró la ficha del libro elegido. Le había llamado la atención porque tenía una endidura en el pomo, justo en el centro. Solo lo había leído una persona: Leo García. Su nombre estaba escrito con una bonita letra.
Pasaron las semanas entre la incomprensión de sus compañeros y el reflejo en los libros. La música a lo lejos le hacía soñar. La curiosidad crecía en ella, la bonita letra de Leo casi siempre aparecía entre los lectores de los libros que escogía. Por fin alguien compartía sus gustos, ¡tenía que conocerlo! Así que tramó un plan. Conociendo sus preferencias, dejó una nota en un par de libros de la biblioteca... Era extraño ver escrito otra cosa que no fuera su nombre con la letra de Leo. Lo había conseguido, obtuvo una respuesta. Durante varias semanas, se estuvieron comunicando por notas a través de los libros. Intentar averiguar cuál libro sería el correcto para dejar la nota se convirtió en un juego. Hablaban de sus miedos, de sus sueños... Ella siempre volvía ilusionada a casa, dispuesta a leer la nota mientras la musica le acompañaba. Un día, Leia fue antes, por la mañana, a ver si veía a su amigo invisible. Aquella mañana dejó de ser invisible. Era más o menos de su estatura, quizás un poco más alto. Un pelo desordenado reinaba su cabeza, formando rizos indomables. A la hora de leer, unas gafas reposaban sobre su nariz pequeña y respingona.
Pasaban los días y el intercambio de notas se convirtió en un hábito. Una tarde, le sorprendió una. En ella había una partitura y un texto escrito: "Te dedico esta canción, quizás te suene. Por cierto, bonito sombrero el que llebabas ayer". Al parecer, ella no era la única amiga del espionaje. Intrigada, corrió hacia el piano de la biblioteca. Una sonrisa iluminó su cara, ya que, entrecortadas, sonaron la primeras notas de la melodía de violín que cada día le había acompañado.
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Letras de violín
Short StoryUna vez más os traigo un relato que escribí para la clase de literatura. En este caso era tema libre, y yo decidí retratar un sueño. Una historia romántica surgida de alguna parte desconocida de mi cabeza, espero que os guste.