Mil y un secretos.

1- Medianoche.

Miro por la ventana. Sonrío. Justo lo que necesitaba.

Sin pensarlo dos veces salgo de casa. Una ráfaga de aire frío recorre mi cuerpo al estar en contacto con el exterior. Es una noche despejada y abierta, no se distingue ninguna nube en el bonito cuadro que forman las constelaciones. Contemplo con ansia mi destino: una extensa y lisa pradera.
Comienzo a correr contagiandome de la tranquilidad que me transmite la noche. Al llegar al centro me dejo caer sobre el húmedo césped. Durante unos minutos contemplo las diversas constelaciones y entre todas ellas logro distinguir la Osa Mayor: las siete estrellas que la componen hoy brillan más que nunca. Aquel momento es realmente mágico.
Pero no es lo mismo. Siento un gran vacío en mi interior.
Miro a mi izquierda. No hay nadie. Miro a la derecha. Tampoco. Sé perfectamente quién me falta, a quién echo de menos en estos instantes.
En cierto modo las estrellas me recuerdan a él: bonitas pero inalcanzables.