•Callisto•

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Callisto tomó por costumbre el sentarse en la puerta de un Museo a pedir limosna.
Sin casa, ni comida, siquiera sintiéndose dueño del aire que respiraba, iba por las noches a dormir a un parque infantil. Sentía que escuchaba las risillas de niños felices, divirtiéndose allí, con sonrisas resplandecientes y vidas perfectas.
Sonrisas, era lo único bueno que le quedaba.

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