Génesis Universal
El mundo de Warcraft es un mundo medieval inspirado en las leyendas de muy diversas culturas y en otras ambientaciones de fantasía. Sería muy sencillo empezar por donde empieza la trama del primer juego, pero para entenderlo todo habría que retroceder un poco antes en el tiempo de este universo de ficción.
En tiempos inmemoriales, surgió el universo, y con él aparecieron una raza de seres de piel metálica, llamados Titanes. Los titanes surcaban el universo dándole forma y haciéndolo progresar, no se sabe por qué motivos. Bajo la atenta mirada del padre de los titanes, Aman'Thul, que residía en El Panteón, los titanes ordenaron millares de mundos y dieron poder a miles de razas para que continuaran su trabajo.
Desde el Panteón se vigilaban los mundos para evitar que los primeros demonios que más tarde conformarían "La Legión Ardiente" deshicieran el trabajo de los titanes. Los demonios eran provenientes del "Torbellino del Vacío", una descontrolada formación de magia caótica que interconectaba miles de mundos del universo; y su único objetivo era destruir la vida y alimentarse de las energías del universo.
Por el mismo motivo, los titanes lucharon contra los demonios con tal de preservar su creación.
Sargeras y la traición
Para combatir a las demoníacas entidades que se abrían paso hasta los diversos mundos del cosmos desde el "Averno Astral", el Panteón eligió a su mejor guerrero, Sargeras; para que luchara contra ellos Sargeras, un noble titán de bronce, desempeñó su deber durante incontables milenios, buscando y destruyendo a los demonios dondequiera que los encontrara. Durante su cruzada, Sargeras encontró dos poderosas razas demoníacas decididas a hacerse con el poder y dominio del universo físico.
Los '''''Eredar''''', una insidiosa raza de hechiceros que utilizaban sus brujerías para esclavizar los mundos que habían invadido. Las razas indígenas de esos mundos habían mutado bajo los caóticos poderes de los Eredar y se habían vuelto demonios. Aunque los casi ilimitados poderes de Sargeras eran más que suficientes para derrotar a los maléficos Eredar, éste estaba enormemente preocupado por la corrupción de las criaturas y por el mal que todo lo consumía. Incapaz de comprender tal depravación y maldad, el gran Titán cayó en una amarga depresión. A pesar del empeoramiento de su enfermedad, Sargeras intentó liberar al universo de los brujos y los atrapó en un rincón insustancial del Averno Astral.(Esta información se contradice con la historia de los draenianos).
A medida que su confusión y su depresión aumentaban, Sargeras se vio forzado a luchar contra otro grupo resuelto a perturbar el orden de los Titanes. Los '''''Nathrezim''''', una oscura raza de demonios vampiros (conocidos también como Señores del Terror) partieron a la conquista del mundo habitado para poseer a sus habitantes y convertirlos a la sombra. Los perversos y maquinadores Señores del Terror habían vuelto naciones enteras unas contra otras, al manipularlas sirviéndose del odio y la sospecha irracional. Aunque Sargeras derrotó con facilidad a los Nathrezim, su corrupción lo afectó profundamente.
El noble Sargeras, incapaz de acallar la duda y la desesperación que desbordaban sus sentidos, perdió la fe en su labor y en el anhelo de los Titanes de un universo ordenado. Empezó a creer que el concepto del orden en sí mismo era una locura y que el caos y la depravación eran las únicas realidades absolutas dentro del oscuro y solitario universo. Aunque sus amigos Titanes intentaron convencerle de su error y consolarlo en sus terribles emociones, Sargeras despreció sus teorías por delusorias. Abandonó su puesto y salió a buscar su propio lugar en el universo. Aunque el Panteón estaba apenado por su partida, nunca imaginaría lo lejos que llegaría su hermano perdido.
A medida que la locura de Sargeras consumía los últimos vestigios de su noble espíritu, éste empezó a creer que los únicos responsables del fracaso de la creación eran los Titanes. Finalmente, Sargeras decidió luchar contra los titanes y destruir toda su creación. De este modo, su titánica forma se distorsionó con la corrupción que contaminaba su corazón. Sus ojos, cabello y barba prendieron fuego, y su metálica piel de bronce se resquebrajó para mostrar una eterna caldera de odio y llamas.