Capítulo 1- La mansión de los tigres

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"Esta tía es una loca de lo paranormal" o "Dios, cree en hombres lobo, loca" eran unas de las frases que mas escuchaba en mi día a día, no es que me molestase que me lo comentaran de vez en cuando, pero que te griten las 24 horas lo mismo... CANSA; al menos antes lo hacía.


- Reah, ves a comprar,  pequeña.- susurró mi abuelo, con el cual vivía únicamente en la gran mansión de mis adinerados antepasados. 

- ¿No iba a venir Nerea a traer la comida?- pregunté sorprendida, saliendo de mi mundo al incorporarme del sofá.

- Mi pequeña... Nerea ha muerto, pensé que ya lo habías presentido...- espetó cortante pero cálidamente.

- ¿QUÉ?- alcé la voz- ¡No es cierto!- mis ojos se llenaron de lágrimas, estaba furiosa e impotente...

- Lo siento... Mañana pediremos a alguien que haga la compra, pero ya conoces mi estado. No puedo salir así... No quiero ponerte en peligro, pero sé que eres la única persona que puede hacer que no muera de hambre, al menos hoy. 

- Salgo ya, abuelo, no te preocupes...- él se acercó débilmente a mí y me secó una lágrima con el pulgar, que caía de mis ojos hacia mis labios pintados de negro.

Salí por la puerta trasera, ésta daba a unos establos, rellenados de paja y niebla a más no poder. Sólo dos  establos estaban ocupados. Ocupados por mi vida «Literalmente, ella lo era todo»,  Shantel, y por el hermano de ésta, Dragon. Eran la noche y el día, en el mas estricto sentido de esa frase. Dragon era completamente negro con dos rubíes por ojos, era enorme, fuerte, noble... perfecto. Sin embargo Shantel era palomina, con la crin larga y blanca, ondulada, y sufría de heterocrónia, como yo, tenía un ojo, el derecho, era azul y el izquierdo verde y yo exactamente igual. Hermanos de sangre y son como el agua y el fuego «De hecho, el agua y el fuego son hermanos, creados por la madre Tierra». 

Al lado del establo, había una pequeña casa donde habitaban 3 tigres de bengala, ellos rugían, pero mi abuelo me tenía estrictamente prohibido asomarme tan siquiera a ellos...

Abrí la cuadra de Shantel y le coloqué una sudadera blanca en el lomo y sobre ella una silla de el mismo color, unas bridas sin hierro y me subí sobre ella.

Al salir del establo había un colgador con una larga selección de capas, cogí una negra y me la puse por encima, con la capucha de ésta sobre mi cabeza. Era una capa larga, con lo que tapaba a media yegua. Salí con cuidado, hasta llegar a la puerta de salida. Una puerta de hierro forjada por mi tatarabuelo. La abrí con cuidado y galopé hasta pasarla de largo, automáticamente se cerró. 



La Luna me persigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora