Capítulo 2- El camino de las ilusiones

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Todo negro. Parece que esté bajo tierra. Espera, ¿acaso no lo estoy? ¿sigo viva? realmente a esto no se le puede llamar así. Sólo se escuchan los cascos de Shantel contra el frío asfalto ensangrentado, una pena que esto no haya sido obra mía, al menos hubiese limpiado este caos.


Shantel trotaba con normalidad, salpicándome en todos y cada uno de los charcos de sangre por los que pasábamos. Disparos, relinchos, gritos, lobos aullando y algún que otro tanque era lo único que se podía escuchar entre esa niebla negra tan espesa. Si, negra, hacía nada y menos que nos habían incendiado todo el camino hacia el pueblo, y ese era el resultado. ¿Una guerra? ¿Contra qué... o quienes? Ninguno sabíamos nada. 

- Shantel, querida mía... la humanidad ha fallado, otra vez, menos mal que no formamos parte de ella, ¿verdad?- musité acariciándola lentamente por la crin. De repente algo arrastrándose nos sorprendió a ambas. La yegua paró en seco y yo fijé mi vista en ese ser que pedía ayuda sin apenas poder gritar.

- Ayu... Ayuda... Por favor...- La voz en este punto era muy dulce pero agónica. Me recorrió un escalofrío, algo negativo, por toda la columna, haciendo hasta que Shantel se plantease salir al galope, pero la retenía para que no consiguiese hacerlo.

Hice arrodillar a la yegua y me bajé, acercándome a eso que parecía ser un ser vivo, en medio de este mar de caos y sangre. Efectivamente, ante mí pude ver a una muchacha con la pierna y la cadera desgarrada, medio comida, ensangrentada, arrastrándose, llorando lágrimas de sangre.

- Oh, por Dios, ¿quien te ha hecho esto?- susurré muy lentamente, anonadada por la imagen de la chica... 

- Han sido... los lobos...- Rápidamente cambió el tono a uno más potente, uno grabe y agudo a la vez, como si fuese el chillido un cuervo mezclado con el grito de guerra un gladiador romano.- Ayúdame- La chica me agarró la pierna, sus uñas eran realmente largas y afiladas. Shantel galopó hacia mí apartando a la chica de una coz, yo me agarré a la crin de ésta y en nada pude colocarme en la silla de montar. 

De mis botas altas saqué una pistola, era de marfil, me encantaba llevarla conmigo y de vez en cuando surjan momentos donde utilizarla, y mas ahora, donde nada es lo que parece. Quité el seguro y disparé a la cabeza de ese ser con apariencia humana.

- Este no es tu lugar, es mi reino, demonio.- Musité fríamente. Seguidamente Shantel siguió galopando, pisando el cuerpo inerte de ese bichejo.


La Luna me persigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora