Lástima

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Aflicción y desconsuelo, son lo único que puedo comprender. A pesar de todo intento de persuasión para que me abandonen, no he conseguido dar con la idea deseada. Ya no es suficiente el vacío para sobrellevarlo, de alguna manera las palabras también se me están complicando, y no hay que ser muy listo para deducir que algo me pasa. Saber qué me pasa, ¿es esa quizá la cuestión? Tal vez no; tal vez se trate de no recordarlo, de hallar en este destierro lo que antes me sostenía y bastaba... quizá deba despedirme con cada sentimiento que brote para así poder dar con el adiós definitivo antes del alba. Al principio afirmé comprender ciertos aspectos, debo confesar, que no es del todo incuestionable. Lo más cándido es decir que no comprendo nada, que de un tiempo para acá he visto decaer cualquier tipo de interés o voluntad innata de eficiencia. En mis incomprensibles viajes a la sociedad -donde a pocos entes me dirijo- hay un sujeto en particular que insinúa que he perdido interés.
¿Qué tan seguro está de que así sea? ¿Cómo sabe que no lo perdí en un presente ya muy lejano, y que ahora lo que ve es sólo el eco del entonces que consiguió prevalecer?

El interés -recalco- es algo que veo dudoso. No por ser un lejano recuerdo, sino por el simple pensar de no recordarlo en mí. Más dudoso que un viaje en barco en el desierto,
más dudoso que la ausencia del frío en el vacío espacio. Mi corazón, tan gélido y olvidado, cohíbe toda muestra de afecto; que interés tampoco veo en mis pasados demostrar por sentir. Lo desvelo, sigo hundido en un existir auto-destructivo y ensimismado, donde, desprovisto de cualquier prestigio o redención, busco el incentivo necesario. El qué estoy buscando, no lo sé. El para o el por qué, tampoco está descifrado, como dije, no comprendo nada. Lo que hubiera podido hacer para evitar haber llegado a esta instancia, tampoco lo habría aprovechado. Por lo que me permito ser presa de mis reos; de todo pensamiento que me haga sentir inerme, predicando infinidad de anhelos que hubiera preferido no consentir -y que aún lo prefiere-, pero me encuentro incapaz de poderlo decir o admitir.

Pensamientos más implacablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora