Normalmente, si tengo clases a las y media, me levanto sobre las siete y cuarto, porque tengo un proceso lento a la hora de despertar, y necesito levantarme con tiempo de sobra; no como Natalie, que a las ocho, todavía anda en albornoz y con una toalla enrolladla en la cabeza, mientras yo estoy terminando de desayunar y casi lista para salir.
—Puf, Kate, se me olvidaba tu manía de madrugar... —Se dirige hacia la cafetera.
—Soy de puntualidad británica —le digo, dejando las cosas en el fregadero.
—Y no te entiendo. Si en cinco minutos te plantas allí con la bici...—refunfuña.
Y así es. Cinco minutos antes de que empiece la clase estoy en la puerta esperando a Jane. Estudiamos lo mismo, pero ella viene en coche. No se siente muy segura encima de una bicicleta.
Por los pasillos, Jane se detiene de vez en cuando a saludar a personas que ni siquiera cursa nuestra misma carrera, supongo que es lo que tiene relacionarse fuera de estas cuatro paredes.
La mañana pasa bastante rápida, y los profesores parecen haber recargado las pilas a tope esta Navidad, porque ya tenemos trabajos que hacer, y Jane no hace más que resoplar.
Justo en la penúltima clase del día, mi vejiga empieza a colapsarse. Miro la hora nerviosa, pero aún quedan más de veinte minutos de clase y no sé si podré aguantar. Me remuevo nerviosa en el asiento.
—¿Qué te pasa? —susurra Jane.—Estás poniéndome de los nervios.
—Me hago pis.
—Pues ve al baño.
—Estamos en mitad de una clase —mascullo.
—¿Y? Sal por la puerta de atrás.
Miro a la profesora, indecisa.
—Todo el mundo lo hace, Kate. Y será peor si te haces pis encima.—Jane se ríe por lo bajo, y yo la miro con mala cara.
Al final no tengo más remedio que hacerlo.
Respiro hondo, me levanto y salgo.
Una vez fuera, voy rápidamente hacía los servicios, que están doblando una esquina al final del pasillo. Quiero perder el menos tiempo posible por lo que, cuando veo que no hay nadie a mi alrededor, echo a correr.
De repente mi cuerpo choca contra algo duro y negro. El encontronazo me impulsa hacía atrás, y a punto estoy de dar con el culo en el suelo si no llego a tener unos buenos reflejos que hacen que me agarre a una de las columnas del pasillo.
—¿Pero qué...? —levanto la cabeza con una mano en el corazón intentando regular mi respiración, pero el chico guapo con el que me encuentro no ayuda en absoluto y termino boqueando. Espera, echa el freno Kate, ¿has dicho guapo? En un principio solo me fijo en sus ojos, de un verde intenso. Hipnotizadores.
—¿Lo de correr por los pasillos no es un poco de críos? —su estúpida pregunta y su voz grave hacen que empiece a reponerme muy rápidamente.
Me fijo entonces en su cuerpo, alto, fuerte... Lleva una camiseta negra, vaqueros, chaqueta de cuero y casco de moto en la mano. Mierda. Vale, ya te he calado, chaval. Un chico tan guapo y con esa prepotencia...que desperdicio. Parece un poco mayor para ser estudiante, pero bueno, en las universidades siempre hay gente de todas las edades.
—¿Tienes problemas de audición? —pregunta de nuevo.
—¿Qué? —Lo miro con el ceño fruncido.
—Eso significa que sí —su tono suena a burla, así que me pongo firme y lo miro entrecerrando los ojos.
—No tengo problemas auditivos, pero me parece una pérdida de tiempo contestar tus preguntas estúpidas.
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No voy a enamorarme de ti (DISPONIBLE EN AMAZON)
RomanceKate odia a los chicos egocéntricos, prepotentes, de los que te miran con superioridad y tratan a las chicas como simples esclavas sexuales. Hasta que se cruza en su vida Daniel Bonatti. Él tiene todo lo que ella no soporta, y además, es su profesor...