xxxiv.

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Un sábado con la fe perdida, la diminuta chica pálida dejó una carta para mí en el columpio que decía; "Tenías razón, soy un vidrio... Y, oye, ¿Has sabido de algunas pastillas que los rompan?"

Y yo no comprendí que pasaba.


Un domingo sin fin, llegué a la conclusión de que la diminuta chica pálida era perseguida por los demonios porque ella era un ángel.

A final de cuentas, ella me había dado pistas, inconclusas, pero aun así servían de algo. Y yo jamás pude darme cuenta que era lo que ella tramaba...


Un lunes a la una de la mañana, ya entendía todo. Y el corazón se me salía del pecho pensando que quizá no volvería a ver a Violeta.

Una diminuta chica pálida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora