Prólogo

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Tenía unas inmensas ganas de llegar. Manhattan era una ciudad maravillosa llena de oportunidades por todas partes, además de atraerme mucho como ciudad. La verdad, no sé como conseguí convencer a mis padres de mudarnos allí. Poca gente podía presumir de vivir puerta con puerta con su mejor amiga. Yo, había estado durante 17 años separada de ella a 368 km en ruta. (Y sí, seguíamos siendo mejores amigas) En cuanto le conté la noticia no pudo creérselo. Íbamos a pasar juntas casi los 365 días del año. Ambas éramos muy diferentes, Maya era más un ángel negro, y yo, uno blanco (y no lo digo porque una fuese mala y otra buena, por si acaso). Era una manera de diferenciarnos, ella era más masculina vistiendo, mientras que yo siempre había soñado con llevar tacones hasta para dormir. Ella era una marca Vans, yo Abercrombie. Ella castaña, yo rubia. Ella más de skate, yo más de baile. Éramos tan diferentes pero a la vez tan parecidas... En fin, no me voy a enrollar más.

Me encontraba contemplando el ambiente desde un taxi encaminándonos hacia nuestro nuevo hogar junto a mis padres. Allí la familia Wedricks nos esperaba ansiosa. Manhattan de noche era precioso, y más si lo veías desde lo alto. Aquí iba a tener de todo, incluso iba a ir a una de las grandes academias de danza. Lo que yo bailaba era una mezcla de ballet con contemporáneo. Un estilo muy actual ahora. La academia de danza no admitía a cualquiera, un par de meses atrás tuve que hacer una serie de pruebas y había tenido suerte de ser elegida. La academia tan sólo admitía a 50 personas de 568 más o menos al año. En resumen, que Manhattan prometía. Aunque también iba a echar mucho de menos mi antiguo hogar, y a mis amigos, por supuesto. Me hicieron una fiesta de despedida, la última noche con ellos. Hubo hasta declaraciones de amor. Los iba a echar mucho en falta, pero les prometí que pronto iría a visitarlos.
El frenazo del taxista me despertó de mis pensamientos. La verdad, menos mal que era un taxi grande porque con tanto equipaje no habríamos entrado en uno normal.
Salí del taxi y miré hacia el alto edificio que tenía delante. Cogí aire y entramos en los soportales de aquellas viviendas. En el portal nos estaban esperando los cuatro componentes de la familia Wedricks. Solté todo mi equipaje y fui corriendo a abrazar a Maya. Dios, dos meses sin vernos había sido demasiado para ambas.

(...)

-¡Dios mío, tenemos que hacer tantas cosas...! Te tengo que presentar a mucha gente, sobretodo a mis amigos skaters. Son súper majos, y hay cada guapo...-comenta Maya ayudándome a deshacer todas las cajas de mi habitación.
-Creo que no vamos a acabar de deshacer todo en la vida.-digo riendo. Maya ríe.
-Poco a poco, Alana.-contesta.-Es más, ya está bien por hoy. Llevamos tres horas desempaquetando, es hora de irse, es viernes y son las ocho de la tarde. Nos vamos.
-Buf no, en serio, estoy muy cansada. Sólo voy a salir a tirar estas cosas que hay por aquí y ya. Además, mañana es sábado y te prometo que sí que salgo.
-Bueno... está bien.-suspira Maya.

Una música suena de fondo. Es el teléfono de Maya, me hace un gesto indicando que espere un segundo y coge el móvil. Un minuto después cuelga.

-Mierda. Es mi tía, quiere que la acompañe a comprar una chaqueta para mi primo y darla el visto bueno, ¿no te vienes, no?-pregunta.

Niego con la cabeza, todavía tengo que hacer muchas cosas y prefiero quitarme algo más de encima. Se despide de mí y me dice que mañana nos vemos.

Media hora más tarde decido meter en bolsas todos los papeles y cajas deshechas y bajar a tirarlas. Dios mío, qué ganas tenía de que mi habitación estuviera ya en perfecto estado y no llena de cajas de cartón.
Al llegar a la entrada de los soportales hay un grupo de gente sentada en las escaleras. Genial. Abro la puerta y ellos me abren paso.
Apesta a humo y me giro hacia un lado mientras bajo para mirar quién está fumando. Dos de los tres chicos que están a la derecha se rodean de humo. Me quedo mirando justo al que no lleva un cigarrillo. Qué ojos, eran de un azul cian claro. Quién querría esos ojos. Tenía el pelo rubio con un tupé corto. La verdad es que belleza no le faltaba al chico. Además de que llevaba una camiseta de manga corta granate que le favorecía un montón. El también se me queda mirando, pero su mirada es indiferente, o eso parecía.

-Rubia, ¿quieres que te eche una mano?-dice uno de ellos. Desvío rápidamente la mirada del chico de los ojos azules y continúo caminando hacia las basuras que están al lado ignorando ese comentario.
Vuelvo de las basuras y se han movido todos formando una barrera excepto el chico de antes que sigue sentando en la esquina.
Me paro en seco.

-¿Me vais a dejar pasar?-pregunto.
-Un bombón como tú no tendría que bajar la basura sola.-dice un chico castaño bastante mono. Sonrío falsamente.
-Vale chicos, la próxima vez bajo con mi perro, ¿os parece?-contesto. Ellos ríen.
-Vaya, así que además de guapa eres graciosilla eh-dice otro. Suspiro.
-Pues a ver cómo te las arreglas porque por aquí no pasas-dice otro chico con una chupa de cuero poniéndose a centímetros de mí. De repente este dirige su mano para tocarme. Le aparto con un pequeño empujón. Él ríe.
-¿Me ibas a tocar el culo? ¡Eres un pervertido de mierda!-digo algo alterada.
-Tranquila, era una broma chica. Aunque un culito como el tuyo no hay que desperdiciarle, ¿qué tal si me das tu número?
-En la vida-miró hacia el chico rubio. Sigue sentado en la esquina jugando con un mechero.-Dejarme pasar ya.
-Vamos chicos, no seáis pesados joder. Vámonos-dice el chico de los ojos azules. Estos asienten y se despiden. El último en irse es él, que clava su mirada en la mía.-Perdónales, son gilipollas pero no suelen hacer esto. Asiento y este se va.

Subo a mi casa y me tumbo en la cama. Esos ojos azules no se me iban a olvidar tan fácilmente.

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¡Hola chicos! He aquí el prólogo, espero que os haya gustado. Si ha sido así, quiero ver comentarios porfi. ¡Si queréis que siga comentar que lo hiciera para leer el capítulo 1!

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2015 ⏰

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