1. Divina no se hace, se nace

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La señorita (Pfff... ¿¡Señorita!? Esta anciana era más arrugada una pasa) Doyle, quien impartía la clase de Economía Domestica, no dejaba de escupirme en la cara mientras me repetía una y otra vez que estaba haciendo todo mal y que mi bufanda era un asco.

Limpié sus babas de mi rostro con asco, recordando vagamente a aquel Nephilim que se había detenido en la entrada para burlarse de mí.

-Señor Rowling, -Dijo la religuia frente a mí. Mis compañeros de clase nos miraban con curiosidad -. Ya le he explicado que no debe complicarse el procedimiento dandole tantas vueltas a la lana, ¿Por qué no lo comprende?

-Profesora Doyle, -Puse mi mejor pose de diva -. Ya le he explicado que soy una princesa -Despegué mi mirada de la anciana en modo de reproche -. Las princesas divinas como yo no tejemos, uzhea.

Varias personas en el salón soltaron unas cuantas risitas entre dientes, aunque intentaron no hacerlo, y sabía a la perfección cuál era la razón; los payasos del colegio nunca faltan, siempre hay alguien que se encarga de hacer alguna estupides graciosa que anima a más de un estudiante, pero... la mayoría de los bromistas había pasado mucho tiempo en el colegio, y yo... pues, este es mi primer día desde hace cinco años en esta institución. Y cuando estaba aun aquí, era de primaria, así que el area de secundaria no se me hace tan familiar.

En pocas palabras, por naturalidad, se les complica aceptar a un nuevo bromista en el instituto. Y no es como que a mí me interese ser el bromista oficial del lugar, pero la costumbre de ser la causa de varias carcajadas comenzaba a hacerse ausente.

Dejé de divagar en mis pensamientos para darme cuenta de lo que estaba sucediendo ahora; la put.. es decir, señorita Doyle me llevaba a la oficina del director (Por "llevar", me refiero a que me estaba arrastrando y jalando de la camiseta).

Otra desventaja de ser un bromista nuevo en el instituto: lo que dices no es broma, los maestros no están acostumbrados a tu tipo de humor, y entonces... terminas con un pase directo a detención.

El director Cooper, un hombre gigante de tez oscura con pinta tipo importante, me esperaba con ansias en su escritorio. Tenía las manos juntas y los codos extendidos en su escritorio, pegando su barbilla a sus dedos mientras me examinaba con curiosidad y una leve sonrisa.

La señorita Doyle soltó mi camiseta en cuanto entramos a la oficina y yo, haciendo un puchero, acaricié mi pobre y arrugada camiseta.

-Gabrielle Rowling -Me saludó el gigante hombre sonriendo desde su comoda silla negra. ¿Por qué coño todos los tipos aquí son gigantes? Lastiman mi ego -. ¿Qué me dices tu primer día? Por lo que veo, ya te has ganado fama.

Me reí un poco, pero me detuve al sentir la mirada furiosa de la anciana.

-Por favor, llameme solo Gabe -Dije -. Y no aun no comprendo por qué estoy aquí, es que no he hecho nada malo.

Sonreí inocentemente hacia la señora Doyle, juntando mis manos detrás de mi espalda y debajo de mi mochila roja.

-¿Qué no has hecho nada malo? -Exclamó la mujer -. Te negaste a realizar el trabajo que debías hacer durante clase después de declararte princesa y acusarme como profesora explotadora.

Reí nervioso. Sí, tal vez olvidé mencionarles eso...

La anciana de baja estatura estaba a punto de morderme un ojo cuando el director levantó una mano hacia ella, indicandole que se marchara.

-Por favor, señora Doyle, permitame encargarme a mí mismo del señor Rowling, estoy seguro de que se arrepiente de su reciente comportamiento..

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2015 ⏰

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El rey de las bromasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora