A él no-había dicho ella- no quiero que le hagan nada.
El chico de cabellos castaños en el suelo suspiró aliviado. Los cabellos le caían como una cortina sucia sobre la cara pero el no parecía notarlo. 
A su al rededor, los enmascarados armados miraron a la chica algunos con expresión recelosa y otros confundidos, pero gracias a su rango solo tocaba obedecer las órdenes sin rechistar. Bajaron la cabeza y se dispusieron a enfundar sus pistolas y alejarse un poco, a excepción de uno.
¿Por qué?-dijo el desconocido escupiendo en el suelo, su saliva era roja gracias a una previa pelea con algunos pandilleros-¿que tiene este de diferente a los otros? 

Pero ella lo ignoró ya que estaba igual de confundida y extrañada por su comportamiento pero su atención estaba en el chico acurrucado en el suelo, hace unos momento al asegurarse de que todos los cuerpos estaban sin vida, lo había descubierto escondido en una ranura circular de la pared y gracias a su linterna pudo ver algo fascinante y extrañamente familiar, los ojos  del chico eran diferentes a los de cualquiera que haya visto. Eran verdes, muy verdes pero tenía aros de diferente color al rededor de la pupila, uno color amarillo (para el ojo izquierdo) y uno azul (para el derecho) .
Eran cómo sí tuviera lentillas, con aros en ellas.

La chica armada solo sonrió

Póngale las esposas y llévenlo a la base -luego acordándose de su compañero, volteó y lo miró amenazadoramente-lo que vea o no vea en el no tiene nada que ver contigo Héctor, así que mantente callado y haz lo que se te ordena.

Héctor Murphy la miró con desprecio y murmuro algo intangible, pero aún así obedeció, por algún extraño motivo el general la había nombrado líder de la misión y el no podía protestar en esos momentos.
El chico de ojos verdes dio un respingo al notar la bolsa de lona cubriéndole la cabeza, su afán de huir lo había distraído de la conversación de los uniformados y no se dio cuenta de que esta había finalizado y procedían a retirarse.

Idiota, pensó.

Después de la bolsa un hombre le coloco las manos detrás de la espalda y sintió algo apretado cubriendo sus muñecas juntas. Luego fue levantado a la fuerza de su escondite haciéndolo tropezar con los cuerpos sin vida que yacían a su al rededor. Él sentía náuseas.

No dejaré que me maten tan fácil-pensó tratando de mantenerse consciente- He sobrevivido cosas peores, puedo con esto.

Los uniformados lo hicieron caminar rápidamente hasta que sin previó aviso lo soltaron en un suelo duro. Su cabeza impactó contra el metal frío, su último recuerdo antes de desmayarse fue el chirrido de las llantas contra el asfalto, directas a un rumbo desconocido.

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