El día estaba nublado y las manillas del reloj giraban lentamente sobre su eje. El cielo estaba triste, las nubes grises parecían deseante de querer llover sobre la ciudad. El olor a humedad que había desde el día anterior invadía cada extremo del lugar, llevando consigo un frío desesperante.
La habitación estaba casi en completo silencio, solo se podía escuchar un tic-tac de fondo, que provenía de un viejo y deteriorado reloj, que se encontraba sobre un pequeño velador.
La escasa luz que desprendía de las pequeñas velas, iluminaba toda la habitación dándole un ambiente lúgubre y sombrío. Un delgado rostro era iluminado por aquella luz, dando a mostrar tranquilidad y seriedad.
Nicolás, un joven de como unos 28 años, leía atentamente un libro a la luz de las velas, acompañado de el sonido quejumbroso de las manillas del reloj girando. El joven era de una contextura delgada y de piel morena. Sus ojos eran de un color café chocolate intenso y su pelo negro como la oscura noche, que lentamente comenzaba a aparecer.
El joven leía concentrada mente un libro, aquel libro que alguna vez le había regalado su queridisima madre que en paz descansa junto a su padre.El silencio que reinaba en aquella habitación, fue interrumpida por unos golpes que provenían de la puerta. El joven lentamente aparto la vista del libro para así poder dejarlo encima del velador que se encontraba a su lado. A paso lento, se dirigió a la puerta, acercando lentamente su mano a la manilla. Abrió cuidadosamente la puerta y con una voz ronca hablo.
Hola Edgar...
Unos ojos cafés se asomaron por la puerta dando paso a la cara de un joven de cabellera larga. Era más alto que el nombrado anteriormente y más robusto.
Hola Nico... ¿puedo pasar?
Dicho esto, el pelinegro asintió y dio paso a su amigo a la habitación.
Ambos sujetos tomaron asiento en los cómodos sofás que se encontraban en aquel lugar. El más alto, metiendo lentamente su mano en el bolsillo, saco una cajetilla de cigarros la cual solo contenía dos de estos.
Saco uno y acercándolo a su boca, lo encendió. Fumo con lentitud pensando bien las palabras que tenia que decir.
Cuando boto todo el humo que antes había aspirado, miro con seriedad a Nicolás.¿Como te sientes?
Nicolás solo se digno a seguir leyendo su libro, que había tomado antes de tomar asiento junto a su compañero. El de pelo largo lo miro expectante, esperando que el piel morena hablara, pero no lo hizo.
Se que no quieres hablar, pero cuéntame como te sientes... dime que te pasa...
El joven lo miraba con tristeza, no sabia que hacer. Su amigo había cambiado bastante después de aquel caso. Acerco nuevamente el cigarro a su boca y aspiro, para después botar el humo.
Edgar y Nicolás, eran dos detectives que trabajaban en la PDI, se encargaban de los casos más "siniestros".
Ellos se encargaban de los asesinatos que ocurrían en las partes más peligrosas y no peligrosas de la ciudad.El joven de cabello corto, levanto la miraba hacia su amigo. Su rostro era extraño. Nunca antes Edgar había visto esa expresión en ella y habían veces en las que realmente le asustaba.