Desperté. Y el sol pegaba fuerte en la cara, y sobre el parque, y sobre el tocador y realmente sobre todo lo que no lograra con tiempo esconderse de él. El sentir de la luz no era incomodo por primera vez en mucho, mucho bastante tiempo. Sólo sentía la luz. La iluminación. El adiós, adiós, adiós de la oscuridad todavía no alcanzada. El calor no era real para nada, en absoluto. Inexistente. Sólo calidez y un sentimiento de real confort.
Es lo bueno de los sueños, pues todo esto tenía que ser irreal, tenía que serlo. Yo en realidad no soporto el sol. Aunque claro, tengo mis días en los que desearía empaparme y secarme en el mismo tiempo de él. Vivir a un costado suyo ser la estrella o el planeta más cercano a él aunque sinceramente sería perfecto pues lo tendría a él y a su extremada brillantez pero tendría ese halo frío del Universo y su eterna oscuridad.
Pero ahora, el sol me resultaba de lo más confortante y… rico. Delicioso, complaciente. Como el sabor de un Blue Lagoon amarillo. Amarillo y cálido. Pero un Blue Lagoon a pesar de todo.
Aunque si esto no se trataba de un sueño bien podía ser la tan afamada muerte.
Sin embargo, nada de mis actividades previas me parece que hayan podido ser letales. Pasar en el computador parte de la noche no lo incluyo, definitivamente, en actividades peligrosas o mortíferas.
Pero junta a un puñado de adolescentes y los medios suficientes para divertirse, eso tal ves si me haya matado...estiro lss manos, siento cada músculo, los nervios se tensan, inhalo fuerte y exhalo igual. La cama es increíblemente confortante, estiro cada dedo y... lo toco.