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fifty five

Otoño del 2005
Era de madrugada. Jenna se despertó por un extraño sonido en su patio trasero. Llovía fuertemente, así que era complicado saber de dónde provenía el sonido. Jenna estaba a solo unos dos días de cumplir ocho años, ya se sentía una niña grande. Así que se armó de valor y salió a su patio trasero descalza (ya que no había tiempo de regresar a su habitación por las pantuflas) bajó la lluvia.

Su amigo Austin se encontraba buscando algo entre los tejados de metal que el padre de la chica había tirado por allí ya que no los necesitaban. Parecía desesperado. A él no le gustaba el agua y era un chico muy callado y tranquilo. No para estar a las dos de la madrugada buscando quién sabe qué en la basura.

Se desesperaba muy rápido con el ruido, así que no se veía feliz haciendo lo que sea que estaba realizando en ese momento. Jenna no entendía nada. Pensaba que su amigo estaba jugando a un nuevo juego inventado por él mismo. Y a ella le pareció divertido.

-¡¿Puedo jugar?!-gritó para que su voz se escuchara bajo el borroso ruido de las inmensas gotas de lluvia chocando contra la tierra y tejado. Austin negó, pero por la oscuridad apenas Jenna pudo distinguir su acto.

El muchacho comenzó a explicarle que había perdido algo la tarde que ambos que tenía que encontrar con urgencia, pero Jenna no escuchó. Estaba tan distraída en el supuesto juego que la había puesto tan feliz y comenzó a tirarle tierra a su amigo. Éste trataba de defenderse, pero la lluvia era tan fuerte, y él tan pequeño... Apenas podía hacer nada.

-Ya me aburrí-dijo la castaña-. Te llevo a casa, no está tan lejos.

Lo agarró del brazo y comenzó a arrastrarlo (sin que ella lo supiera) por el jardín. Jenna hablaba y hablaba y no escuchaba los sollozos de su amigo ya casi moribundo. La chica no se daba cuenta de que estaba ahogando a su amigo con la tierra húmeda de su jardín. Hablaba y hablaba y, más la lluvia, apenas podía escuchar las pocas y débiles palabras que salían del chico que algún día fue su mejor amigo.