Cualquiera diría al verte que los catastrofistas fallaron: no era el fin del mundo lo que venía, eras tú.
Te veo venir por el pasillo como quien camina dos centímetros por encima del aire pensando que nadie le ve. Entras en mi casa -en mi vida- con las cartas y el ombligo boca arriba, con los brazos abiertos como si esta noche me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho, con las manos tan llenas de tanto que me haces sentir que es el mundo el que me toca y no la chica más guapa del barrio.
Te sientas y lo primero que haces es avisarme: No llevo ropa interior pero a mi piel le viste una armadura. Te miro y te contesto: Me gustan tanto los hoy como miedo me dan los mañana.
Y yo sonrío y te beso la espalda y te empaño los párpados y tu escudo termina donde terminan las protecciones: arrugado en el cubo de la basura. Y tú sonríes y descubres el hormigueo de mi espalda y me dices que una vida sin valentía es un infinito camino de vuelta, y mi miedo se quita las bragas y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.
Beso uno a uno todos los segundos que te quedas en mi cama para tener al reloj de nuestra parte; hacemos de las despedidas media vuelta al mundo para que aunque tardemos queramos volver; entras y sales siendo cualquiera pero por dentro eres la única; te gusta mi libertad y a mí me gusta sentirme libre a tu lado; me gusta tu verdad y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.
Tienes el pelo más bonito del mundo para colgarme de él hasta el invierno que viene; gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca y una boca que me mira mejor que tus ojos; guardas un despertar que alumbra las paredes antes que la propia luz del sol; posees una risa capaz de rescatar al país y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.
Y de repente pasa, sin esperarlo ha pasado. No te has ido y ya te echo de menos, te acabo de besar y mi saliva se multiplica queriendo más, cruzas la puerta y ya me relamo los dedos para guardarte, paseo por Madrid y te quiero conmigo en cada esquina.
Si la palabra es acción entonces ven a contarme el amor, que quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito
Caminas descalza como si supieras de qué está hecho el mundo y quisieras darle forma con la curva de tus pies, bailándolo a tu antojo como bailas mis días, haciendo que al resto se nos claven tus huellas en lo que nos queda de ojos después de mirarte, y no podamos sino seguirte.
A veces sonríes, y el mundo se abre con tu boca, como cuando bostezas y tiras por la borda cualquier amago de abandonarte, porque la paz está ahí, entre tus dientes, cuando me muerdes el corazón y te lo tragas, y yo respiro.
Me miras noventa y nueve veces al día como si yo fuera lo único que se interpusiera entre la realidad y tus ojos, me conviertes en tu filtro y dices que a través de mí el mundo se ve más bonito, y son cien las veces que yo te miro de vuelta preguntándome qué diablos será eso que te convierte en cielo y despeja mis tormentas, que te hace sujetarme cuando decido precipitarme o dejarme la garganta en mil silencios, qué esconde mi boca para que mientras me besas solo pienses en el siguiente beso, qué verás en mi pelo alborotado al despertar para que quieras acariciármelo así, como si estuviera herido y tú supieras exactamente qué hacer para salvarlo,
-preguntándome:
qué diablos tendré para ser lo único que ves cuando miras al mundo-.
Me masturbas el alma a dos manos-cómo no voy a creerme que tus dedos me esconden, me pones de espaldas y te dejas entera dentro de mí-así pasa ahora, que te llevo a todas partes-, te vuelves algo así como un animal salvaje pero tierno, con esa lascivia que dibuja tu boca cuando tienes hambre, te vuelves gigante y me nombras, y yo te digo al oído que voy a correrme contigo hasta llegar al fin del mundo, si es que eso existe después de ti -tú, que lo único que tienes de final es todo lo bonito que viene después, y entonces caigo rendida, vencedora, libre, con el alma aun entre tus dedos, desnuda, palpitante, viva, en calma, frágil, repleta, satisfecha, completa, sobre tu pecho, y es entonces cuando entiendo lo de soñar sin dormir.
Y me creo lluvia y te duermo a besos.
Quién me iba a decir a mí que ibas a llegar a mi corazón entrando por la boca.
Conviertes las mil maneras que existen de huir en mil maneras de quedarse, contigo. Y dormir a tu lado se convierte, entonces,en poesía.
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Quiero Hacer Contigo Todo Lo Que La Poesías Aún No Ha Escrito - Elvira Sastre
PoetryQuiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito - Elvira Sastre.