Todo paso hace mucho tiempo. Cuando las personas no conocían de nuestra existencia y las guerras no invadían nuestras tierras. Comenzó una tarde despejada y cansada como yo. Fui a la primera posada que encontré. Un lugar muy acogedor que era atendido por una familia; un matrimonio y sus dos hijos. Primero vi a sus padres quienes estaban en el recibidor, ambos me atendieron con mucha amabilidad. Me presente y pedí una habitación. Fue cuando ella apareció, con su cabello más oscuro que la misma noche, sus ojos como las hojas de la primavera, y su piel como la nieve del invierno; me llamó la atención creando un sentimiento extraño dentro de mi ser.
La joven me llevo hasta una habitación, la cual, era tan acogedora como el recibidor. Ella se retiró inmediatamente dejándome en completa privacidad. Esa joven era la hija mayor del matrimonio que administraba la posada.
Esa noche soñé con ojos verdes, y piel blanca.
No la volví a ver antes de marcharme, lo cual me dio tristeza, así que, decidí regresar algún día. El pueblo donde vivía no era de mi agrado, pero eso fue antes de verla.
Regrese más pronto de lo que pensé, no por necesidad, solo por pura curiosidad. Sus padres me recibieron nuevamente, y ahí estaba ella. Platicando con una chica llamada Joselyn, quien la llamo a ella Alicia.
Alicia era su nombre, un hermoso nombre para una hermosa joven.
¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué había regresado a ese lugar sin ninguna necesidad? Pero, si la tenía, y era verla a ella.
No podía permitirme enamorar de esa joven. Lo nuestro no podía ser. Yo lo sabía muy bien, pero quizá mi corazón no.
Esa noche alguien toco la puerta. Al preguntar quién era, su melodía lleno mi corazón. Abrí la puerta, y ahí estaba ella con un juego de té. Con una tímida sonrisa me ofreció y yo acepte. Pasó a dentro de la habitación y puso la bandeja sobre una mesita que había al lado de la cama. Sirvió dos tazas, me dio una a mí y ella tomo una para ella.
Después de varios minutos llenos de tención, me pregunto mi nombre y le conteste con algo de amargura. Quizá yo podía enamorarme, pero ella no podía enamorarse de mí, tenía que tratarla mal para que eso no sucediera.
Ella se presentó, y le dije que ya lo había escuchado cuando platicaba con su amiga. Ella sonrió y luego se despidió, pues ya habíamos terminado el té.
En la mañana no la volví a ver, así que me fui.
Paso el tiempo, y cada dos semanas regresaba. Cada dos semanas tomábamos té sin mencionar una sola palabra. Yo sabía que no podía hacerlo, pero mi corazón era traicionero.
Una tarde mientras caminaba hacia la posada vi una rosa blanca, la cual me recordó a ella. La tome sin pensar, y llegue hasta la posada, donde esta vez era ella quien estaba en el recibidor.
Le di la rosa sin decir una sola palabra. Ella sonrió, yo permanecí serio. Después de oler la rosa, ella me miro y se perdió en mi fija mirada. No fue hasta que sentí el calor de sus labios cuando note que me había acercado para besarla.
Exactamente no sabía porque, pero lo había hecho. Había cometido un error; desde ese momento no podría despegarme de ella, pues me había correspondido, y con esa correspondida comenzaría una guerra. Una guerra donde los dos seriamos los causantes. Pues estaba dispuesto a luchar por ella hasta el último aliento.