El cambio de marcha y enfiló la carretera que subía, sinuosa, hacia el refugio que habían alquilado para pasar el fin de semana. Mientras no cambiaba de marcha, reposaba la mano en el muslo de ella que, sentada a su lado, disfrutaba a su lado del paisaje y de la compañía. Habían estado buscando alguna casita apartada de todo para descansar de la ajetreada vida en la ciudad, y al final se decidieron a probar suerte con una cabaña de cazadores, cerca de un riachuelo y de una cascada de agua cristalina a la par que fría.
Llevaban ya hora y media de viaje en un coche con el aire acondicionado estropeado, por lo que la temperatura del coche se encontraba en el límite de lo soportable y tenían que ir hidratándose a base de agua fría que llevaban en una nevera portátil a los pies de ella. Él, en su amplia sabiduría, se había puesto ropa oscura como haría cualquier otro día, una camiseta negra y un pantalón corto del mismo color, no contando con el calor acuciante y el sol abrasador que les acompañaba en el trayecto. Ella, mucho más previsora, se había puesto unos shorts y una camiseta ligera blanca. Mientras en la radio empezaba a sonar uno de los clásicos de los legendarios Rolling, ella se agachó, abrió la nevera y le pasó la botella de agua a él, que se vio obligado a echar tragos cortos de lo fría que estaba. Al acabar, le devolvió la botella y ella se la acercó a los labios para beber también. Justo cuando había acabado y se disponía a cerrar la botella, un bache en la carretera pillo por sorpresa al conductor y éste tuvo que dar un frenazo, por lo que parte del agua de la botella se derramó por la camiseta de ella, que soltó un leve grito. Intentó sacudirse un poco el agua de encima, pero ya era tarde y estaba empapada, por lo que se transparentaba el sujetador negro que llevaba debajo y que acabó empapado igual. Ella se quitó la camiseta rápidamente, la escurrió como pudo por la ventanilla y se la volvió a poner. Él observaba la escena con miradas fugaces, lo que la conducción le permitía. Ella, dándose cuenta, aprovechó para quitarse el sujetador con la excusa que le había proporcionado el bache involuntariamente. Al quitárselo, el vio cómo se le transparentaban los pezones, duros a causa del chapuzón que se habían dado en agua fría. Para ponerle más nervioso aún, que es como se divertía ella, hizo ver que buscaba algo en el compartimento de la puerta del conductor poniéndose de rodillas en su asiento y dándole una vista privilegiada de su escote. Mientras se inclinaba encima de las piernas de él, su mano izquierda, apoyada en la pierna de éste, iba recorriendo el trayecto desde la rodilla hasta el muslo, siguiendo hacia más arriba y continuando su paseo por debajo de la pólla. la punta de su miembro lo sacó del trance en el que se había sumido y lo inundó una tremenda oleada de placer, lo que provocó que se viese forzado a agarrarse al volante con las dos manos y a cerrar los ojos por un momento. Ella seguía divirtiéndose con su juguete, alternando entre lametones y besos en la punta, lamiéndolo de arriba abajo y envolviéndolo por completo con sus labios. Cuando pudo recuperar el control de su cuerpo, le dio un azote en el culo a ella, que no se lo esperaba y se sobresaltó por un momento pero levantando a la vez la cabeza para mirarle a la cara y guiñarle un ojo. La mano recorrió la misma trayectoria que anteriormente pero en sentido contrario, desde las nalgas de ella hasta el centro de la espalda, pero esta vez por debajo de la camiseta, disfrutando del contacto de su piel con la de ella, para acabar pasando desde el lateral izquierdo a la zona delantera, donde colgaban sus pechos libremente, balanceándose por el movimiento del coche y el de ella misma. Él los acarició, apretándolos y sujetándolos gentilmente con su mano derecha, estrujándole los pezones, aún duros, y haciéndola gemir de forma casi inaudible, aunque notando como su cuerpo se estremecía con cada movimiento de su mano y como se volvía más violenta con su boca, empezando ahora a aumentar la intensidad y la velocidad con la que los labios de ella ascendían y descendían por la erección de él. Pasaron los segundos y la mano de él se desplazó por el vientre de ella hasta encontrarse con la parte de arriba de sus shorts e, introduciéndola entre la tela del pantalón y el tanga que ella llevaba, empezó a acariciarla. Empezó a notar como el tanga se humedecía y como ella misma se contorsionaba para acompañar el movimiento de su mano. Retiró la mano de entre los textiles y la volvió a introducir por la misma zona, esta vez buscando el contacto de la piel desnuda. Fue bajando lentamente desde la cintura, dándose una cierta parsimonia para disfrutar de cada milímetro de su piel, hasta llegar a su clítoris, donde empezó a acariciarla suavemente, provocándole un placer que hizo aumentar paulatinamente la intensidad de sus gemidos. Siguió bajando y la penetró con su dedo corazón, provocándole un espasmo de placer que le recorrió el cuerpo entero y que la obligó a liberar su boca para expulsar todo el aire que tenía en los pulmones en ese momento acompañado de un intenso gemido de satisfacción. Ella empezó a acariciarle por encima del calzoncillo, haciéndole cada vez más difícil el concentrarse en la carretera. Cuando ella notó que la erección era ya importante, se desabrochó el cinturón y lo mismo hizo con la bragueta de él, introduciendo su mano y sacando su pene a la vez que lo masturbaba con movimientos regulares. Él, aprovechando la postura de ella, le deslizó la mano por la espalda, arañándola suavemente por toda la espina dorsal hasta llegar al culo y aprovechando la oportunidad para masajearla en esa zona, agarrándola firmemente para que pudiera sentir su deseo a través de su tacto. Llegados a este punto, ninguno de los dos podía contener su excitación ni un segundo más, así que paró el coche como buenamente pudo en uno de los arcenes de la carretera, retiró la mano de las partes de ella y tiro el asiento hacia atrás todo lo que pudo, lanzándole a ella una mirada pícara mientras se desabrochaba los pantalones y se los bajaba del todo. Ella captó la indirecta y se desabrochó los pantalones también, dejándose el tanga puesto. Saltó desde su asiento a las piernas de él, y, mirándole de frente, empezó a restregarse contra su miembro mientras él le levantaba la camiseta y hundía la cara entre sus pechos, jugando con ellos con ambas manos y con su boca, mordiéndole y lamiéndole los pezones. En un momento dado, ella se inclinó hacia atrás, apoyándose en el volante, se retiró el tanga hacia un lado con una de las manos y agarró el pene con la otra para acercarlo a su clítoris y masturbarse con él, cada vez más húmeda. Ella seguía controlando la acción, manteniéndolo a él en la postura en la que se encontraba, sin darle opción a moverse, así que se acercó un poco más y se separó lo justo para que solo la punta le rozará los labios, disfrutando de su cara de desesperación, y metiéndose poco a poco solo la punta. Llegó un momento en el que él no pudo aguantarse más y la agarró de los brazos, quitándole el control y, apretando de sus hombros hacia abajo e incorporándose él mismo, acabó metiéndosela entera entre jadeos de ambos y haciendo que ella echará la cabeza hacia atrás de puro gozo. Después de esto, le devolvió el control a ella, que lo cabalgó, lenta al principio pero aumentado de velocidad con cada embestida.Él la agarró de la espalda y, sin soltarla, cambiaron la postura. Ahora era ella la que estaba tumbada en el asiento, con los pies encima y las rodillas dobladas. Él se paró a contemplarla un momento para, seguidamente, echarse encima acariciándole los pechos con la mano derecha y penetrándola con embestidas lentas lo más profundo posible, mientras la besaba por todo el cuello y le daba suaves mordiscos en los lóbulos de las orejas, poniéndola a cien. A medida que las embestidas se aceleraban y tomaban un ritmo más regular, los jadeos y los gemidos se intensificaron, ella arañándole la espalda a él sin poder controlarse y él disfrutándolo. Entonces ella cerró las piernas y lo apartó con las rodillas y las manos, dejándolo perplejo, y se movió en el asiento para colocarse a cuatro patas y mirando hacia atrás una vez se había movido. Él se acercó por detrás y la colocó, pero el movimiento para meterla lo hizo ella echándose hacia atrás y así siguió, él sin moverse con sus manos en las caderas de ella y dándole algún que otro azote a los que ella respondía moviéndose con más fuerza hacia atrás. Entonces se quedó quieta y puso la cara en el asiento, arqueando la espalda hacia abajo, y él tomó las riendas y la embistió como él quiso, al ritmo que a él le parecía preciso y ella no rechistó. Mientras los jadeos y los gemidos iban subiendo de volumen cada vez más, ella se retorció de gusto cuando llego al orgasmo y lo apartó de un culetazo, moviéndose otra vez para encararlo a él pero de rodillas en el asiento, y él se quedó apoyado contra el volante esperando a ver que hacía. Ella se fue acercando hacia él, lentamente y gateando, y se la volvió a meter en la boca, esta vez ayudándose de las manos y de los labios por igual para hacerle llegar al orgasmo, y fue él el que echó la cabeza hacia atrás, apoyando las manos en la cabeza de ella, ella se apoyó en el volante detrás de él con las manos, y le dio el control a él nuevamente, dejándole a él que se moviese por el interior de boca como quisiese, y acabando por correrse dentro de su boca.