La sonrisa de Laura. Nunca desapareció de su rostro, eso es lo que me gustaba de ella. Con tan solo cuatro años sonreía desde que salió del vientre de su madre.
Laura, ella nunca se quejó, paso hambre, eso sí, pero jamás dejo de sonreír. A Laura tampoco le quedaban muchas fuerzas cuando la encontré casi 48 horas más tarde de la muerte de su progenitora. Estaba sola y enroscada en su manta suave, aquella que parecía de algodón, aquella que pertenecía a su abuela. No estaba en buenas condiciones, le faltaba higiene, comida, atención y amor; pero todavía se le veían esos pequeños y blancos dientes, enmarcados por la sonrisa mas hermosa que vi en mi vida.
Sin ninguna sonrisa, con la cara mas sufrida que una nena puede tener, Laura mutuo dos años mas tarde. Vivió casi tres años luciendo el lado más hermoso de ella. Pero, pasará la eternidad con lagrimas en los ojos.
