Confianza

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Confianza

Aquel caluroso día de primavera parecía hacer mella en todos y cada uno de los jugadores del Raimon en el entrenamiento de la tarde, que se mostraban cansados, sudorosos y sedientos cada pocos minutos de ejercicio. Era extraña una temperatura tan elevada en esa época del año, precisamente cuando todavía debía soplar aire fresco e incluso llover copiosamente durante las mañanas y las noches, dejando una agradable sensación de limpieza en el ambiente. No obstante, no era el caso, y sin embargo, sabían que no podían permitirse detener el entrenamiento ni tan solo por unos minutos, si no querían que algún equipo aspirante les quitase el título en el torneo de ese año.
Por lo menos, así era como parecía pensar Arion Sherwind, a quien el tremendo calor no conseguía minarle el ánimo y las ganas de jugar. Esa era la impresión que tenía Victor cada vez que lo veía correr como loco detrás del balón para volver a tirar a puerta con todas sus energías, o hacer una entrada a alguno de sus compañeros para robar la pelota, e incluso regatear para conservar la posesión. Era increíble lo entusiasmado que se le veía.

Las miradas de los dos chicos se cruzaron en ese instante, y el ex-imperial pudo apreciar en sus ojos esa misma confianza que le había demostrado tener en tantísimas otras ocasiones, como cuando jugaron el partido contra la Royal Academy. La intensidad de sus emociones lo dejaron descolocado durante un instante, el tiempo necesario para no reaccionar adecuadamente al pase de su compañero; el balón pasó de largo, cruzando la línea que delimitaba el campo.

-¿Eh? - murmuró el joven, que parpadeó un par de veces, acercándose en apenas un par de pasos a su amigo, que ya se giraba para ir a buscar la pelota -. ¿Qué ha pasado, Victor? No es propio de ti fallar un pase como ese.
-Hm... - replicó el mencionado, haciendo una mueca con el rostro. Sintió que su pulso se aceleraba y sus mejillas se teñían de color al pensar en la pregunta de Arion: ¿qué le había pasado?
-Ah, ya sé. ¡Seguro que todavía no puedes creer todo lo que hemos conseguido! - exclamó el castaño, guiñándole un ojo y levantando el dedo pulgar -. A veces también me siento abrumado por la emoción. Es que... ¡es increíble! ¡Somos los campeones de verdad! - casi chilló.

Como solía ocurrir cada vez que hacía esa clase de comentarios, Victor no pudo reprimir una media sonrisa, al tiempo que se agachaba y recogía el balón, para después volver a pasárselo a su amigo. Pero no, contrario a lo que Arion creía, no era la emoción de haber ganado el torneo lo que rondaba por la mente del joven de pelo azul. Se trataba de algo mucho más confuso y poderoso que cualquier otra cosa que hubiera experimentado jamás.
Y es que, desde hacía un par de semanas, la misma pregunta no dejaba de repetirse en el interior de su cabeza: ¿por qué Arion confiaba tanto en él? ¿Por qué su corazón se aceleraba y sentía esa calidez en el pecho cada vez que intercambiaban una mirada, fuera en la situación que fuese? Tantas dudas y ninguna respuesta comenzaban a atosigarlo y molestarlo, y sin embargo, no se veía capaz de hablarlo con nadie. Tal vez porque, si lo hacía, pudieran darle una explicación a lo que le pasaba, y no estaba seguro de querer saberlo. Si tenía que ser sincero consigo mismo, él, el delantero del Raimon, estaba asustado. Realmente asustado.

Finalmente el entrenamiento llegó a su fin. Los jugadores recogieron sus cosas, algunos se marcharon a casa, mientras que otros se dirigieron a los vestuarios para ducharse y cambiarse de ropa antes de volver. Antes de que terminasen de calzarse y guardar sus uniformes en las bolsas, el entrenador Evans pasó para desearles un buen fin de semana a los que quedaban allí, además de avisarles que podían tomarse el día siguiente libre para descansar y poder regresar con energía el próximo día.
Al final, solamente quedaron Riccardo, Arion, Victor y JP. El ex-imperial, que normalmente se mostraba desinteresado en las conversaciones de los demás y rara vez intervenía, en aquella ocasión simplemente se le veía distraído y pensativo, cosa que no pasó desapercibida para el antiguo capitán del equipo, que lo miraba fijamente. Los otros dos, ajenos completamente a lo que ocurría, charlaban animadamente sobre la cena que les iba a preparar esa noche la tía de Arion, Silvia. Solo cuando el de pelo azul se levantó del banco y se acercó a ellos, parecieron percatarse de que algo no marchaba del todo bien, ya que despegó los labios en dos ocasiones, como queriendo decir algo, pero sin llegar a decir nada.

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