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Podía decir algunas de las frases que solemos usar todo el tiempo, como: "oh demonios, claro que estoy bien", "claro que si, mi día ha sido completamente normal", "¿Qué tal si pedimos algo para la cena?" pero en vez de decirlas, las pensaba.  En realidad, no tenía a nadie que pudiera preocuparse por mi día o mi noche.

A nadie.

Excepto por mis padres, con quienes estaba ahora mismo.

Una vez más me rendí en el asiento trasero de nuestro auto. Me sentía pesada y llena de sentimientos que quería expresar pero no lo hice, como siempre.

Las pastillas solían provocar esto, un momento podía sentirme llena de energía, ese tipo de energía que te animaba a cruzar océanos y exagerar como ya comenzaba a hacerlo pero había días que lo único que quería era permanecer únicamente en casa y sentir que mi juicio no era el correcto. Este era uno de esos momentos, para ser más específica mi momento era el segundo.

No me sentía normal, sentía este peso familiar en mi cabeza que me dificultaba concentrarme. Sentía que debía repetirme lo que estaba sucediendo para no perderme.

Algo salió mal en la escuela y por eso mis padres se veían tan alterados.

Por una semana dejé de tomar los batidos.

Mamá me obligó a beber un batido.

Dormí toda la noche y cuando desperté todas mis cosas habían sido empacadas, incluso también las de mis padres.

Llevábamos mucho tiempo en el auto, ojalá tuviera mi celular para saber la hora. También me habían quitado mi teléfono.

Me repetía lo que recordaba una y otra vez, algunas veces lograba repetir el orden correcto pero las demás no y eso me mareaba aún más.

— ¿De verdad crees que estamos haciendo lo correcto, Robert? — por un minuto pongo toda mi atención a la conversación que estaban teniendo mis padres, de esta manera iba a saber el por qué de todo esto.

— Aún no lo sé, Emma. Teníamos que irnos.

— Pudimos quedarnos y ver qué sucedía...— inesperadamente papá la interrumpe.

—No. Ésta es nuestra oportunidad de dejar todo atrás, de... — mamá es quien lo interrumpe ahora.

—¿Crees que podremos olvidarlo? No es tan fácil como suena. No podemos seguir así. Lo siento pero no podemos.

Inesperadamente papá saca el auto del camino. Golpea el volante y se deja llevar.

— ¿Crees que yo quiero seguir de esta manera? ¿Seguir dándole esas pastillas a nuestra hija? Estoy cansado de todo esto, Emma.

El resto del viaje duró mucho más de lo que habría imaginado, mencionando que cada cierto tiempo tomaba algunos descansos pero cuando despertaba lo único que oía era el motor del auto.

Ahora sabía cómo habíamos llegado a esto y por qué habían sentido que lo mejor era comenzar un nueva vida lejos de todos aquellos que conocíamos.

Lo entendía. 

Y la culpa era mía.

Por eso las pastillas en mis batidos.

El error había sido mío... siempre el error era mío. 









Enamorándome de un fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora