Ojos críticos

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Comer sola no me importaba, en realidad casi lo prefería porque era la primera vez que podía disfrutar desde hacía mucho tiempo de mi silencio, de mi mente obligada a hablar, de mi sinceridad. Lo que me molestaba eran todos esos ojos críticos que me juzgaban sin saber nada de mí, me obligaba a evitarlos y a decirme que no tenían que afectarme, pero lo hacían por pura impotencia. Mi impotencia surgida del cabreo me hizo recordar a Luís, el chico que habló en mi clase, que había hablado sobre una enfermedad que padeció y le hizo replantearse su vida de otra manera. Luís se convirtió en aquel momento en mi héroe más cercano y real, simplemente porque había tenido el valor de subirse a la tarima de la clase y hablar sobre algo tan íntimo y personal como lo es una enfermedad. Y yo, por el contrario, no tenía valor como para enfrentarme a los ojos críticos de unos cuantos desconocidos que me importaban una mierda.

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