Introducción: El Día de la Caída

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Y allí estaba yo... En otro día mas de la rutina, la corona era igual de pesaba... Y la corte igual de molesta, lo único que no cambiaba era la majestuosidad de aquella gran y elegante sala del trono, construida en el tercer piso del palacio imperial de Renaltz. impávida, imperturbable, atemporal... Sin duda era digna de pertenecer a la mayor fortaleza de la nación eterna. Era grande, con altos muros de marmol y enormes pilares a ambos lados de la alfombra negra que conducía al trono, con armaduras, escudos y armas decorando cada lado de la habitación, y una enorme puerta doble de roble en la entrada.

- me ha escuchado mi señor? - susurro Leral a mi oído, mi leal consejero y gran amigo.

- no - respondi agitando la cabeza para concentrarme en mi labor - estaba distraído, que has dicho?

- Un representante del circulo de magos desea ver a su majestad, y dice tener malas noticias señor, debería hacerlo pasar? -pregunto, posando sus ojos verdes en la entrada - dice que tiene noticias preocupantes concernientes al devenir del imperio.

- comprendo, ¡que pase! - grite a los guardias - veamos que desean los magos.

- Ingresa el señor - respondió uno de los guardias, mientras el otro habría una de las puertas - Gaius HeylenVernan, archimago de la torre de diamante, con el deseo de tener audiencia con su majestad imperial.

Una vez habiendo sido anunciado, y abierta la puerta, ingreso el mago, era un humano, de larga cabellera negra hasta la cintura y una barba igualmente grande, debajo de su sombrero logre discernir unos astutos ojos grises, portaba un baculo de acero color negro con una piedra negra en la punta, y llevaba una túnica igualmente negra, con los escudos de la comunidad mágica de color rojo en ella.

Hizo una reverencia para mi, expectativo de mi permiso.

- Adelante, acércate y dame tu mensaje, mago.

- Mi señor, - comenzó a decir mientras se acercaba al trono, hasta quedar a tres metros de distancia, como era la ley, y siguió hablando - le traigo una preocupante advertencia, vera su majestad, he tenido una vision, una vision sobre el futuro del imperio, al despertar de ella no podía dar crédito a lo que había visto y por tanto, decidí cerciorarme de que no fuese mas que una vil pesadilla...

- y entonces? - pregunte, aburrido.

- y entonces, siguiendo esa linea de pensamiento, decidí reunirme con todos mis cofrades al rededor del mundo, nesecitaba si o si, averiguar si tal atrocidad podía ser cierta... Resulta que esa reunión fue hace 3 días, y fue su resultado lo que me condujo a usted...

- por favor, al grano señor mago, no aburra al emperador - lo corto leral - ¿cual fue el resultado de esta... "Reunión"?

- pues el resultado fue - prosiguió el mago - que todos tuvimos esta pesadilla, y yo, como fiel siervo de esta nación, decidí venir con presura a comentarle el porvenir...

- ¿y que vio usted? - pregunté - Señor, gaius, mejor dicho, ¿que vieron ustedes?

El mago titubeo y no dijo nada.

- Por todos los dioses dígalo, no debe ser gran cosa - dijo una mujer la corte - no debe ser gran cosa, como siempre los magos exageran hasta el tamaño de una mosca! - y todos rieron.

- Silencio! Dejadlo hablar - corto las risas Leral - adelante Lord Gaius.

-yo vi... - se reflejaba desesperación y tristeza en su mirada - yo vi...

- dígalo de un vez, señor mago - le dije.

- La distracción del imperio - termino de decir por fin.

Esto, esta sola frase, hizo furor en los ánimos de la corte, " traidor" comenzaron a gritar los nobles, "debe estar aliado con el nigromante" " no, debe ser un caudillo de Abadaus" "no ven que va de negro, locamente quiere hacerle daño al rey" decían otros, se armo un escandalo enorme... Pero pequeño a la par de la ira que suscitaron estas palabras a mi.

Enfurecido, colérico y al borde de cometer una locura me levante del trono y señalandolo le grite:

- ¿COMO OSAS PRESAGIAR EL FIN DE EL GRAN SAGRADO IMPERIO DE RENALTZ?

- mi señor - trato de decir el mago inclinándose pero no le deje terminar.

- ¿ es que acaso no conoces la gloria de la nación eterna?

- claro que la conozco mi señor, y es por eso, porque la conozco y la amo que deseo que perdure para siempre, y por eso mismo os advierto! - imploro el anciano mago, con su rostro lleno de angustia.

"Mentiroso!" "traidor" gritaba la corte ¿es que acaso sabe que presagiar el fin de Renaltz se paga con la muerte?

- y dime, gran mago - le dije, mientras caminaba de un lado al otro frente al trono - ¿que clase de nacían o reino seria capaz de amenazarnos? ¿Acaso no sabes que llevamos mas de diez mil años gobernando con yugo de acero el mundo?¿Acaso no ves la grandeza de nuestra ciudad? ¿Hay otra que tenga calles de oro y carruajes de plata?¿Hay otra cuya entrada este adornada con las mas grandes y preciosas gemas? ¿Lahay? ¿Hay una con unos muros mas grandes, y un palacio mas majestuoso, y cuyas plazas tengan un mas exquisito arte? Y aun mas importante que todo, ¿ hay otra con un ejercito mas grande, diestro, o potente? PORQUE SI ES ASÍ!! - le grite - decídmelo y la aplastaremos en este momento, DECÍDMELO!!

- No su majestad.... No la hay... - respondió el anciano.

- Porque incluso yo mismo, yo mismo soy la prueba de nuestra grandeza, por mis venas corre la sangre de Pendrick, Ala de Dragón, el primero de mi linaje, el conquistador, el fundador del Sagrado Imperio Eterno de Renaltz.

- Lo se, lo se mi señor, es usted magnánimo, pero no ha visto su gracia lo que yo, no ha presenciado tal horror... Tal poder... - decía el mago, aterrado.

- Y si no es una nación, entonces que o quien es? Lo que según usted nos destruiría - le pregunto Leral. Porque si todo esto es una farsa... Y no sabe usted dar una buena respuesta, déjemedecirle que su cabeza esta en peligro, el precio de tales palabras en contra del imperio es la muerte.

- No se lo que es, solo vi, una gran bestia negra, con millones de ojos rojos y fauces de acero, que devorara el mundo, y con el, al imperio...

- Guardias! - llame - GUARDIAS - los guardias venían corriendo hacia el mago, todo sucedió como en cámara lenta - apresad a este hombre o lo matare aquí mismo!

El mago golpeo el suelo con el báculo, y los guardias y todo objeto o persona cercana a el salio repelido en el aire y cayeron de espaldas, en el suelo, menos yo o Leral.

- Y sera, esta ciudad - dijo, mientras se desvanecía - la primera en arder en los fuegos del fin el Día de la Caída. Estáis advertidos - terminó, desvaneciéndose del aire, como si nunca hubiese estado allí, dejando atrás, un gran alboroto. En cuanto mi... Eso es lo ultimo que recuerdo, porque apenas termino de desvanecerse, me desplome inconsciente...

Mientras esas palabras se repetían en mi cabeza como una malévola letanía....

El Día de la Caída....

Una leyenda para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora