Almendras y avellanas

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Caminé unas cuantas casas más allá de la de Geraldina, hasta llegar donde se supone que vivían las gemelas Wilson. Toqué la puerta, y no recibí nada más que el eco. Suspiré, frustrada. Miré la ventana. Estaba rota, había muchos cristales sobre el suelo. Primero encuentro un cadáver y ahora descubro un posible intento de robo. El mejor Halloween de mi vida.

Con suspicacia, miré hacia ambos lados de la calle, y como nadie venía, me escurrí por donde debían estar los cristales. Me felicité, si mi trabajo como contadora alguna vez no me satisfacía, podría muy bien dedicarme al robo. Bueno, muchos contadores ya se dedican al robo, y no tienen que colarse por ventanas rotas.

Nada más entrar, un charco rojo y espeso me recibió, derramado por toda la alfombra de la sala y por los escalones. Detesto la sangre, y sólo hoy había visto litros de ella. Negué, bastante asqueada. Alcé un poco la vista, y vi a Sarah Wilson. Su cuerpo colgaba de uno de los escalones. Sus piernas estilizadas y sus largos brazos se desparramaban por otros tres escalones más.

El charco rojo frente a mí se extendía en unas marcas de gotas, hasta la cocina. Lo bordeé, y seguí las marcas. Aliyah Wilson. Estaba vestida con el uniforme de la tienda de frutos secos donde trabajaba junto con su hermana. Tenía las mismas marcas en el cuello que tenía Geraldina. Lo sabía. El asesino al menos se esmeró en relacionar a las víctimas con una caja de bombones. Sí, es que hasta para hacer esto hay que tener talento, no es sólo apuñalar, disparar y descuartizar a diestra y siniestra. Pero, ¿por qué a mí me tocaba ser la primera observadora de su "obra de arte"?

Me acerqué aún más a ella, y vi una nota sobre su torso.

"Almendras y avellanas. ¡Deliciosas, debo decir! La hermandad de las frutas son delicioso manjar".

Maldije. Debía ser la hermandad que vivía frente a mi casa.

Come un bombón... y dejame entrarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora