Capitulo único

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Recordaba el día de su muerte a la perfección, fue por el año 1253 durante el reinado del Faraón Ramsés II, el hombre había perdido la razón al saber que su mujer había muerto y había acusado a todos los esclavos y doncellas al servicio de ella por asesinato. Eren podía afirmar con las manos en el fuego que su señora Nefertari fue una mujer ejemplar desde que la conoció hasta el día en que murió, incluso él se había sentido culpable por su muerte y aceptó la condena sin chistar.

Al morir había quedado varado en un lugar oscuro comprobando que los sacerdotes se habían equivocado al decir que iban a otro lugar exactamente igual. Después de un tiempo en la nada fue cuando le conoció, un hombre imponente y de piel mucho más clara que la suya con cabellos del color del oro y ojos tan azules como el cielo. El hombre le había sonreído y sentado a su lado.

- ¿Quién es usted? -le preguntó admirando sus facciones, jamás había visto a un hombre como él.

-La gente de tu pueblo me conoce como Ra, pero has escuchado a los esclavos llamarme Dios...es relativo, tu puedes decirme Erwin.

- ¿Erwin? ... ¿Por qué estoy en este lugar? ¿Por qué vienes a verme? -preguntó curioso, él no era muy devoto de los dioses por lo que no sentía la necesidad de ser respetuoso de alguna forma.

-Te he escogido desde que naciste...tengo un trabajo especial para ti pues este proceso suele ser muy triste para las almas y me gustaría que tuvieran un guía, un poco de compañía hasta que lleguen a su destino.

- ¿Compañía? ¿Por qué?

-Porque suelen sentirse como tú te sientes ahora.

Desde entonces se había encargado de recoger todas las almas que Erwin le mandaba, era un trabajo triste por lo que intentaba darles tiempo a las personas para que arreglaran todo antes de partir, intentaba no encariñarse con nadie para no sufrir al despedirse e intentaba ser amable con todos para que no tuvieran miedo de él.

Por años se mantuvo solo hasta que lo llevó por primera vez, Levi era un encargo especial, su alma especial según Erwin.

Tenía que orientarlo bien sobre la situación para que pudiera recordarlo todo y volviera a su puesto para una nueva misión. Le buscó en el mundo humano encontrándolo como el príncipe de un reino próspero, los reyes eran benévolos y los habitantes amaban a sus gobernantes por ser tan considerados. Levi era el príncipe más humilde y amoroso que había visto en su existencia; sin embargo sufría de una misteriosa enfermedad, excusa válida para llevárselo en cualquier momento.

Observó al chico con atención un buen rato en las sombras, tenía mucho rato hincado en el altar orando. Su cuerpo era pequeño y frágil debido a su enfermedad, su piel era muy blanca haciendo contraste con su cabello ébano y ligeramente largo. El chico se enderezó al terminar un largo rosario y se sentó en la banca para descansar un poco, admirando el altar. Para la muerte el humano era bastante interesante, no parecía estar triste o molesto con su enfermedad, en cambio se veía tan apacible, tan sumiso, entendía un poco porque Erwin quería que lo llevara ante él.

El pelinegro supo quién era cuando se sentó a una distancia prudente de él en la capilla del palacio, estando solo ellos dos para sorpresa del chico castaño -en apariencia humana-.

-Hola-le saludó el pelinegro viéndolo de reojo y palmeó el lugar junto a él, Eren suspiró y se acercó a su lado para sentarse.

-Hola-respondió tímido y en voz muy baja.

- ¿No te parece hermoso? -preguntó volviendo la mirada al frente, contemplando el altar de la capilla. -Todo lo que te rodea ¿Te has detenido a contemplarlo? -Eren negó con la cabeza, observando sus expresiones con detalle. -Los humanos son hermosos...la muerte también lo es.

Mein EngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora